El Congreso tumbó ayer los presupuestos del Gobierno de Sánchez de manera contundente. Un buen cholazo en el trasero (esperado eso sí). Que cada cual saque sus conclusiones. Es la segunda vez desde la Constitución de 1978 que unos presupuestos son rechazados. La primera fue a Felipe González.

¿Y ahora qué? Dando por descontado que Sánchez convocará elecciones, está el tema económico. Con los presupuestos prorrogados, los pensionistas seguirán cobrando su aumento, los empleados públicos igual y el salario mínimo seguirá en vigor. No será así con el aumento de ingresos del Gobierno (5.600 millones de euros) vía nuevos impuestos. Además quedan en el aire medidas sociales potentes como las ayudas a familias para combatir la pobreza.

Todo el mundo habla de elecciones, pero a la larga la falta de presupuestos puede ser un drama. Con Europa del norte desacelerando su economía, las crisis se mudan después al sur, y cuando llegan, llegan para quedarse. ¿Les suena?

La próxima crisis tardará pero acabará llegando, y entonces nos daremos cuenta de que no hicimos la tarea, más bien no la hicieron los que mandan. Este país de pandereta, y sus grandes partidos políticos, los que cortan el bacalao, han vuelto a demostrar que les pueden dar el Oscar por pelearse y gritar en el Congreso, pero eso del diálogo y el consenso les apesta a chiquero de cochino.