La decisión del Gobierno de Canarias de bajar el IGIC a los productos de perfumería y cosmética ha provocado airados comentarios, especialmente entre quienes consideran que esos productos son de uso exclusivo de los ricos. Es este uno de esos casos en los que la ideología nos coloca anteojeras y nos impide llegar al fondo de los asuntos: porque lo que realmente ha ocurrido es que el Gobierno ha rectificado una mala decisión -de cierta importancia- que se produjo en los presupuestos de 2016, cuando se decidió subir el tipo de los productos de perfumería desde el tres al 13 por ciento, provocando una subida del precio de partida de esos productos -aguas de tocador, colonias, aguas de perfume, productos de higiene personal y cosméticos- de entre el siete y el ocho por ciento. Los perfumes de lujo ya tributaban al 13 por ciento y se dejaron igual. La medida supuso, además de un encarecimiento de productos que hoy usan la mayor parte de los hombres, y la práctica totalidad de las mujeres, pérdidas en el sector de perfumerías (las más afectadas fueron las que venden en zonas turísticas) cercanas a los 20 millones de euros, prácticamente la cantidad recaudada en IGIC por esos conceptos.

Lo que el Gobierno ha hecho este año, a la espera de una futura ley tributaria que determine con precisión qué tipos de IGIC deben aplicarse a cada producto o servicio, es retrotraer la situación a la existente antes de 2016. Los perfumes, pues, seguirán gravados con el 13 por ciento de IGIC, pero solo se tributará el tres por ciento por los productos de perfumería de uso más general. La idea es que el lujo debe tributar como lujo, y que considerar hoy como productos de lujo los de aseo personal o cosmética parece poco razonable, cuando son usados todos los días por la inmensa mayoría de los ciudadanos, que se abastecen normalmente en supermercados y grandes superficies.

Pero la medida persigue además evitar la extinción de los doscientos establecimientos que se dedican a la venta de perfumería, y que -en Canarias- emplean a alrededor de un millar de personas. La mayor parte de esos establecimientos se encuentran en las zonas turísticas, y son un reclamo importante para el visitante, que compra colonias, cremas, cosméticos y otros afeites -incluso los perfumes de lujo- a un precio inferior al que se paga en otros destinos. En el resto de España, incluidas las Islas Baleares, los perfumes tributan IVA al 21 por ciento.

Algunos ideólogos defensores del sudor del obrero se han alarmado por esta bajada contrarrevolucionaria del IGIC, que -en realidad- supone apenas una medida de carácter técnico, una vuelta a la situación que existía antes de 2016, que era -desde mi personal punto de vista- más sensata y correcta. Critican los portavoces del olor revenido una decisión que lo que consigue es que a partir de este próximo año vuelva a pagarse más por el perfume de lujo que por los productos de aseo personal y cosmética.

Y es que las noticias hay que leerlas enteras: no hay nada que confunda más que un titular leído deprisa, sobre todo si uno está predispuesto a dejarse confundir.