Este país circula del rosa al amarillo a una velocidad pasmosa. De las tarjetas "black" de CajaMadrid/Bankia se pasa a que los políticos no puedan recibir regalos de más de 60 euros. s decir, una gilipollada.

Lo de las tarjetas es inmoral y sucio. ¿Qué creían estos tipos, que podían tirar del plástico para hacer gastos desproporcionados y absurdos a cuenta de la entidad, de una manera impune? Si quieren una tarjeta, que se la ganen trabajando, no estafando.

¿Dónde se van a meter ahora Rato y los demás? s gente que vivía como millonaria, pero tirando de los dineros ajenos. Así da gusto. Y que se creía impune para toda la vida. ¿Dónde está el celo inspector de Hacienda, que sólo trinca al desgraciado? ¿Dónde el control del Banco de spaña? Lo de las tarjetas se ha descubierto por una casualidad, probablemente por un chivatazo, como suele ocurrir.

Un tipo que gasta, de un tirón, mil y pico euros en helados; o, como Rato, que compra alcohol por más de 3.000 euros -alcohol del bueno, del de 18 años gran reserva- de una sola vez. Un tipo que se va de viaje varias veces con su tarjeta de consejero del banco y otro que hace cuentas de miles de euros ¡en su propio restaurante!, con la tarjeta de la Caja. Pero, coño, qué tipos más descarados; qué sinvergüenzas.

Yo no sé qué castigos van a tener los autores de esta ladroniza, pero la reprobación moral de un país todavía acogotado por la crisis ya la tienen. Que ni chiquitos caraduras, vaya individuos que pasarán a la historia como auténticos ladrones de guante blanco, Blesa el primero, que parece ser el más sinvergüenza de todos. l único que lo caló fue ese juez, lpidio Silva, al que han premiado quitándole la carrera. n este país los delincuentes provocan que se destituya a los jueces; y así nos va.

Ya digo que este es un país de extremos. No olviden que también lo fue de Rinconete y Cortadillo y que la picaresca es la gran asignatura nacional. n la dad Media se apaleaba a los ciegos y se les quitaba el alimento y en nuestros tiempos se roba al propio banco del que eran consejeros con un plástico que obra milagros. Dios mío, qué suerte de rateros.

Repito que no sé en lo que va a quedar todo esto, ni si estos pájaros van a pagar sus malas acciones; yo lo dudo. Y la pobre mujer que se encontró una tarjeta de crédito en la calle y la usó para comprar comida para sus hijos, condenada a varios años de prisión. ¿Ustedes entienden algo? Yo no.