Mientras el mundo arde, aquí el personal se preocupa por el escalón de la plaza de la Catedral, en La Laguna, y por el muro de la calle de San Telmo en el Puerto de la Cruz. Este pueblo nuestro vive en la inopia, completamente de espaldas a la realidad de este mundo. Como es un pueblo que no lee, o que lee poco, ni siquiera periódicos, pues esto contribuye a que la cosa haya derivado en una comunidad inculta y sin más preocupaciones que las inmediatas y el fútbol. Es la alienación completa, pero no la alienación como movimiento social digno de ser estudiado, sino la alienación torpe, local y mentecata.

Mientras Ucrania se segrega, raptan cientos de niñas en Uganda para esclavizarlas sexualmente, los derechos humanos y las libertades individuales se pisotean en Venezuela; cuando en España se patalean los derechos de los emigrantes por parte de la voraz Agencia Tributaria de , etcétera, aquí nos preocupamos por el escalón de la plaza de la Catedral y por el muro de San Telmo, en una actitud colectiva impropia de seres civilizados. Somos idiotas hasta en los motivos. Siempre nos pasa lo mismo. Somos también despistados por mor de la incultura, no por otra cosa. La gente casi no se entera de nada, hoy en día torpedeada por la crisis y por la falta de recursos. Es la gente que ni siquiera ve ni escucha cómo el Gobierno del señor Rajoy anuncia que estamos despegando, como el inútil de Zapatero y su ministra Salgado anunciaban los brotes verdes que ni ellos mismos veían. Como si todos fuéramos idiotas, que a lo peor lo somos.

En fin, que vivimos en unas islas alegres y confiadas, donde no pasa nada y tenemos que inventar algo, como un muro o un escalón, para sentirnos satisfechos. Como si fueran el muro de la vergüenza, el de las lamentaciones o el escalón de un altar. Nosotros tenemos un muro urbano y portuense en el que César Manrique nunca se fijó, que quieren sustituir por una valla metálica transparente para que, al menos, se vea el mar. Pero tememos tanto mar que aquí, en estas islas, siempre hemos vivido de espaldas a él y no nos gusta mirarlo. Nos produce pánico. No me digan ustedes que éste no es un país de locos, como algunos opinan, entre ellos yo, un país chiquitito que siempre se ha creído el ombligo del mundo. Y no lo es. Son cagadas de mosca en el océano, como decía Pepe Monagas en los cuentos hablados del gran Pancho Guerra.

En fin, para qué insistir. Sigamos con nuestro escalón y nuestro muro cuando se matan en Ucrania, en Siria, en Venezuela, cuando se cometen injusticias con nuestros emigrantes, a los que Hacienda les quiere birlar sus ahorros y arruinarles su vejez. Mientras, se les pagan fortunas a los eurodiputados; y mientras, a Magdalena Álvarez no la hacen dimitir del Banco Europeo ni con agua caliente, a pesar de estar procesada por la justicia. Por cierto, es inspectora de Hacienda. Qué casualidad. ¿Es un país de locos o no?