LEÍA yo el otro día en un digital la opinión de un lector que ponía dos ejemplos de desidia máxima en Tenerife. Eran ejemplos sencillos, pero demostrativos de que la hay.

El primero era el de la escalera de acceso a la segunda planta del edificio terminal de Los Rodeos, que lleva meses y meses sin funcionar. Teniendo en cuenta que el hotel Palace de Madrid se construyó me parece que en 18 meses, y eso en el siglo XIX o principios del XX, no veo el motivo por el que la escalera de marras permanezca fuera de servicio un año, en pleno siglo XXI.

El segundo ejemplo era la iluminación de la calle portuense de Zamora. Se reformó la calle (por cierto, no la baldean desde entonces) y se colocaron espléndidas farolas, pero hace dos años que no encienden. Era para dimitir toda la corporación; pero por bobos y por inútiles. Se gastan una fortuna en las lámparas, pero la luz no llega.

Pongo un tercer ejemplo de luz y de agua. El puerto de Garachico se construye, se inaugura con boato y presencia de autoridades y enchufados diversos, pero no se pueden cobrar los atraques porque faltan la luz y el agua. El Gobierno le echa la culpa a Unelco/Endesa, pero supongo que si a Unelco no le pagan, pues no pone la luz. Es lo de siempre.

Y luego dicen que si la gente la tiene tomada con ellos. No, es que son unos incompetentes. En política se mete cualquier mindundi y en la gestión de las empresas públicas, también. Y pasa lo que pasa: una escalera que no funciona, una calle con las bombillas apagadas, un puerto sin luz ni agua. En resumen, una desidia tropical.

Pero hay más, porque si ustedes echan un vistazo a las carreteras de Tenerife, están de pena. Desde que Lorenzo Dorta no trabaja en el Cabildo, las carreteras se vinieron abajo. Tita Díaz hizo lo que pudo, pero no la dejaron. Y, luego, el caos.

No podemos permitir que las Islas se nos deterioren porque es en ellas donde vivimos y en donde probablemente seguirán viviendo nuestros descendientes. Y esto se está cayendo a plazos, a pesar de ser un vergel natural.

Y es en los pequeños detalles donde se demuestra el cariño por el lugar en que uno vive: en los jardines, en las paredes limpias, en las casas pintadas. Se crea belleza con muy poco, pero los gamberros del pincel también están empeñados en arruinar el paisaje, sobre todo el urbano.

Vean, si no, la nueva vía del barranco de Santos, con recintos vecinales invadidos y arrasados, pintadas en los puentes y en los muros. Un auténtico desastre. Y así nos va.