CUENTA eldiariodetenerife.com que a Cristina Fernández de Kirchner la llamó puta su marido, cuando él era vivo, claro, en una reunión en La Moncloa entre funcionarios argentinos y españoles, delante de Rodríguez Zapatero. Aquello era un choque de gafes porque tanto Ernesto como José Luis no tenían precisamente fama de suertudos.

Digo lo del cariñoso apelativo entre Kirchners para que ustedes tengan idea del nivel intelectual de la pareja. Los argentinos son muy dados a repetir en las consortes las exitosas elecciones de sus maridos. Y así nacieron Evita (que nunca fue presidenta, pero sí ejerció como tal), Isabelita Perón y Cristina Kirchner, la última.

Zulema Yoma se escapó por los pelos, porque Menem la lingó antes de que se le ocurriera presentarse.

Es decir, se hubiera repetido varias veces el "No llores por mí, Argentina", por otra parte un país hermoso que nos ha ayudado en épocas de escasez. Ahora hay la misma escasez y ya no nos ayuda sino que se mama Repsol YPF por la cara, demostrando que la herencia que dejamos en América no la enderecha ni el médico chino. Me refiero a los ladrones.

Contra esta agresión, España debe demostrar firmeza, aunque la balanza de pagos parece que está a favor de ellos (por la cosa de la carne y el tango) y porque España ya no pinta nada en el concierto universal. Como diría Chiquito de la Calzada, refiriéndose a un concejal de Cuenca, España es un mojón.

Pero, claro, para preservar los valores patrios que nos adornan (como hubiera dicho don Ernesto Giménez -con G, no lo cambien- Caballero, q.e.p.d., embajador franquista en Paraguay), España tiene que moverse para combatir esa inmoralidad de la señora Kirchner, tan groseramente definida por su difunto en un momento de acaloramiento. ¿Qué va a hacer España? No lo han dicho, pero sí que "tomarán medidas". Llamen a Camps, que de medidas y cintas métricas sabe un huevo.

Y mientras todo esto ocurría, ajeno al avatar, el monarca cazaba elefantes en Botswana, país al que todo el mundo llama ahora, y no sé por qué, Botsuana. Pues yo lo seguiré llamando Botswana, miren por dónde. Menos mal que el Elefante Blanco ha tiempo que desapareció de la mirilla de la escopeta nacional. Y colorín colorado, este cuento no ha hecho más que empezar; porque entre el fulgor argentino y el tiro en la trompa, el país está que trina.