PRETENDEMOS una Iglesia Católica progresista, comprometida con los tiempos, tolerante, comprensiva y que destierre los códigos canónicos decimonónicos. No parece pensar lo mismo el arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, que no hace muchos años presidió la Conferencia Episcopal Española.

Este eclesiástico ha cuestionado que Soraya Sáenz de Santamaría, casada con su esposo por lo civil y madre de un recién nacido, haya sido designada para leer el pregón de la Semana Santa vallisoletana. La vicepresidenta del Gobierno, abogada del Estado, se casó con su novio en Brasil, en 2006, en una ceremonia civil. Y no ha convalidado, ni falta que le hace, su matrimonio ante la autoridad eclesial.

El arzobispo ha dicho que asistirá a la ceremonia, organizada por el Ayuntamiento de Valladolid, "porque no se trata de una homilía, ni de un sermón, sino de un acto cultural", pero muestra su enfado porque no se le consultó sobre la persona designada para leer el pregón. La Semana Santa de Valladolid es una de las más bellas de España. Hay imágenes de gran calidad en sus iglesias y rivaliza con la de Sevilla y las de otras capitales españolas en asistencia de fieles.

Ya Cañizares, el cardenal de Toledo, mantuvo sus reparos cuando nombraron a Dolores de Cospedal, entonces soltera (madre por fecundación artificial), candidata a presidir la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha. Tampoco le gustó su decisión de quedarse embarazada sin estar casada por la Iglesia; y menos por este método.

Estas dos protestas demuestran lo retrógrada que se ha quedado la Iglesia española, liderada por eclesiásticos chapados a la antigua, incapaces de asumir que el mundo ha cambiado y que la Iglesia también tiene que hacerlo. El arzobispo Blázquez ha dicho que él no va más allá que el Código Canónico. Entonces lo que se ha quedado viejo y destartalado es el propio código y es menester que sea reformado cuanto antes.

Menos mal que Blázquez ha dicho que asistirá al acto, porque de lo contrario estaríamos ante la primera fricción entre un Gobierno que se presume católico y respetuoso con la Iglesia y los propios dirigentes de la Conferencia Episcopal, que hoy preside el cardenal Rouco Varela, al que no se le puede llamar progresista, ni mucho menos.

Todo esto hace que aumente el interés por conocer el texto del pregón de la vicepresidenta del Gobierno, una joven realidad de la actividad pública española, conservadora en sus convicciones políticas, pero liberal en lo religioso. La Iglesia no debe imponer esas pintorescas obligaciones "morales", que chocan con los nuevos tiempos.