LA VIDA NO ES COMO sacarse el carnet de conducir, algo tan mecánico que, salvo alguna sorpresa, no esconde misterios irresolubles. Que la vida es otra cosa, que no puedes controlar como si se tratase del manejo del volante o como si fueras a tomar una curva. Que no hay radares ni GPS, aunque lo intentes. Que cuando te levantas cada mañana no sabes con lo que te vas a encontrar. Y no vale que te aferres a las sábanas de tu cama o a la inconsciencia que te proporciona la televisión para no encontrarte con la realidad. Con la vida y todas sus cosas, que no son como sacarse el carnet de conducir. Que es algo distinto. Más complejo. Y mejor.

A veces te veo aferrado a tus ideas, que repites como si de un mantra se tratara. No quiere decir que hayas contrastado y discutido. Que las hayas sometido a tu propio debate para saber con qué quedarte. Porque no se trata de tus creencias, sino de tus muletillas. Las que te ayudan a salir de la cama y a apagar tu televisor. Porque son tus prejuicios los que te permiten ir por la vida como vas. Eso a lo que llamas vida, que no es.

Quizá jamás te arriesgaste. Es posible que nunca te mancharas por bajar a los bosques, que decía Thoreau, para vivir. Simplemente. Con las miserias y con la belleza de todo eso. Con sus desencantos y sus encuentros inesperados. A lo mejor nunca se te dio la oportunidad de soltar una lágrima, pero es posible que te perdieras las manos entrelazadas, los tórridos amaneceres, las playas desiertas, los besos que saben. Preferiste tu cama y tu televisor. Y tus ideas pequeñas y prejuiciosas de andar por casa.

Porque son las que te salvan de ti, de lo que crees de ti. Las que te libran de bajar a los bosques, como Thoreau, para no descubrir, en tu muerte, que no habías vivido.