DE REPENTE, un día los expedientes de regulación de empleo se popularizaron tanto que la gente los elevó al lenguaje de las siglas y comenzaron a llamarlos ERE con la misma soltura que si pronunciaran la palabra ONG, los nombres de los partidos políticos u otros tantos acrónimos que se han logrado colar en nuestro vocabulario habitual. Los concursos de acreedores se hicieron tan frecuentes que hasta dejaron de salir en las columnas de breves de "Expansión". Así, las ofertas de trabajo de los periódicos se extinguieron como los dinosaurios en el Cretácico y si acaso algún día aparece una, se investiga el caso como un expediente X.

Al calor de internet, los timadores "on line" sin escrúpulos ofrecen vía e-mail empleo fácil y desde casa en lugar de una esbelta figura y "pastillitas del amor", como antes de la crisis. Además, la guía de páginas amarillas ha "enflaquecido" tanto que ya no sirve ni para calzar las mesas cojas y las listas del paro se han vuelto rematadamente tontas.

Las vacas adelgazaron de golpe y porrazo, sin la necesidad de los polvos de Meléndez, y ahora, cuando alguien habla de bonanza, sólo pensamos en aquella vieja serie protagonizada por un jovencito Michael Landon.

La crítica situación ha hecho que la bolsa lleve años latiendo a golpe de "bypass" y las heridas de los informes de las agencias de calificación de riesgo no se curan ya ni con subidones como el Mundial de fútbol.

El escenario económico-financiero se ha vuelto tan inestable que las cajas de ahorro forman comunas como los universitarios que comparten piso con perfectos desconocidos para poder llegar a fin de mes y las pateras desde Nuakchot han dado paso a un fenómeno inverso consistente en nutridas expediciones de empresarios al África Occidental.

Tanto ha cambiado el cuento en un pispás que, bajo el anonimato de un "nick" de inspiración marxista-leninista, muchos sindicalistas empiezan ya a reconocer en toda suerte de foros y chats que ofrece el universo de la Red que contra Aznar se vivía mejor.