ANTES NO ERA TAN DIFÍCIL traer chiquillos a este mundo. Perdón. Mi intención no era restarle ni un solo gramo de dolor a las sufridas parturientas. Los tiros van por otro lado. Me refería a que, como mucho, al padre de la criatura en cuestión se le hacía un nudo... en la garganta llegado el día en el que el menudo le preguntaba con un inocente tono de voz: "¿Papá, de dónde vienen los niños?". Una vez dentro de esta encrucijada, no queda otro remedio que tomar una decisión rápida para elegir entre la versión romántica (y simplona) que argumenta que una amable cigüeña transporta a los bebés desde París -algunos retuercen al máximo el relato señalando directamente a la Torre Eiffel- o la historia algo más currada de la semillita que papá introduce en la barriguita de mamá y, de repente, ésta comienza a hincharse hasta que un día, cuando menos lo esperas, te acabas cruzando en el pasillo de casa con un nuevo hermanito con el que compartir trastadas y castigos.

Algunos han sustituido el ave parisina y la pepita mágica de la vida por el click en un ordenador. Tiran de su dedo índice para dar con el boceto perfecto. Un ser con los ojos azules de Paul Newman, el pie derecho de David Beckham, el trasero de Matthew McConaughey, la rodilla izquierda de Alberto Contador, los hombros de Rafa Nadal, la boquita de piñón de Adrien Brody o la cinturita de avispa de Mick Jagger. El espíritu del doctor Henry Frankenstein parece estar más vivo que nunca. Lo malo es que conociendo al personaje de Mary Shelley, al científico se le puede ir la bola para juntar en un único ser el lenguaje poético de Belén Esteban, la gracia de Ortega Cano, el "¡Papa llama!" de Nuria Bermúdez o el coeficiente intelectual de Paquirrín... Para que después digan que aquí no se defiende al producto nacional.

Y es que el "márketing" se ha apoderado del mundo de la biogenética. La clínica Fertility Institutes de Los Ángeles oferta un 80% de acierto en los encargos que recibe para transferir embriones sanos hasta el útero materno. Además, en sus contratos se atreven a pronosticar el color de los ojos o del pelo de los futuros ciudadanos del mundo. Los más sensatos reclaman prudencia y que si quieren tener en casa a Brad Pitt, vayan al videoclub de la esquina y alquilen "Siete años en el Tibet", "Troya", "Babel" o, dentro de unos meses, "El curioso caso de Benjamin Button", que, probablemente, es lo más parecido a esta nueva crisis existencial.

* Redactor de EL DÍA