Se compran trajes en el Sur en los días previos, se organizan guaguas que se colmatan en La Orotava y otros muchos sitios en clara previsión anticontroles de alcoholemia, visitantes asiduos de Gran Canaria y otros rincones del Archipiélago acuden puntuales y si, encima, el sol despliega sus mejores galas, la romería de Tegueste se confirma en días como ayer como una excusa más que poderosa para pasar un domingo diferente. Intenso. Sudoroso, imprevisible: sugerente.

Tras 47 ediciones, ayer no fue ninguna excepción y hasta pareció que "Lorenzo" quiso regalarle a San Marcos uno de esos días más propios de playa, nudista o no, que de pasar calores si no se alivian con sombreros, gorras o cerveza fresquita. Por supuesto que una luminosidad de ese grado resalta cualquier traje típico, tradicional o campesino; cualquier obra maestra a base de cereales en paneles dignos de museos; cualquier boca bien pintada; los lomos de vacas, cabras o burros romeros; los barcos ya legendarios que convierten el piche en una especie de barranco por el que corre el agua de la tradición, la fiesta y la improvisación hedonista, siempre con la imagen del santo mayestática delante de la torre y la fachada de la iglesia.

Acorde con los tiempos, el aluvión de visitantes, romeros o no (aunque la inmensa mayoría con indumentaria de ocasión), inmortalizan detalles con sus móviles y demás desde que los sones y danzas herreñas avisan del comienzo. Ya es la una de la tarde y San Marcos sale de su casa para exhibirse ante unas 40.000 personas y un alegre e imparable párroco que, como cada año, le da a la muñeca tanto para bendecir ganado como para brindar por el éxito de la celebración.

A petición propia, los 4 barcos y las 24 carretas de los barrios participantes, junto a numerosas parrandas, fueron pasando más lentos que otros años delante de San Marcos para ofrecerles sus mejores obsequios a modo de comida para el público o cánticos al aire que, si se reforzaran con micrófonos ambiente, darían mayor resalte al festejo, tal y como reconoció a EL DÍA el alcalde, quien, como es habitual, fue anunciando mediante micrófono carretas, barcos y parrandas.

El despliegue policial fue, como siempre, considerable, aunque, lamentablemente, nunca suficiente para evitar algunas peleas o conatos (aunque menos que otros años). Dos horas de romería dieron paso a la misa que, a su vez y en torno a las 3:45, se transformó justo delante del ayuntamiento en verbena, en tenderetes en casas cercanas o de la periferia, en los numerosos bares y restaurantes, en concentraciones variopintas junto a las cantinas y en un crisol sociológico y de edades diversas que sirven de excelente postal de la gente que acude a estos eventos. Sobre todo, de la juventud, adolescencia y de personas de muy diversa condición a la que los calores afectan de forma bien diferente, aunque anochezca.

Para empezar, porque la masificación de conexiones de las cantinas a las tomas eléctricas hizo que muchas perdieran por momentos la luz y, con ello, la opción de música y de vender cañas. El calor hacía estragos y alrededor de la iglesia y la plaza comenzó entonces el desfile de millares de romeros con trajes variados, adolescentes o jóvenes vestidos de calle o casi playa, muchos enseñando el torso gimnástico (incluso con chaleco), otros improvisando sombrillas, abanicos, bailes, roces, besos y hasta números de teléfono si el pretendiente/a no era del agrado. Una verdadera y realista postal social, folclórica y digna de análisis si se quiere conocer la Canarias actual.