Las historias de Gina Nieto y Sandra González se parecen como dos gotas de agua. Sus vidas están plagadas de los mismos sinsabores y carencias y, a pesar de su juventud, han tomado la difícil decisión de dejar atrás sus ataduras y meterse en una vivienda como okupas, porque la convivencia con sus familias ya era más que insoportable.

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