Por lo menos durante 10 días, el mundo carece ahora mismo de papa. Benedicto XVI hizo efectiva ayer su renuncia a su pontificado en una decisión que no se daba desde hace seis siglos y que, a la gran sorpresa e impacto inicial, ha seguido una creciente preocupación por si, aparte de las causas esgrimidas por Joseph Ratzinger respecto a sus fuerzas, también ha tenido mucho peso en ese paso la situación interna de la institución. De hecho, la investigación encargada por el ya último Papa católico sobre supuesta corrupción, homosexualidad y redes de poder poco claras en la jerarquía y la organización del cristianismo oficial ha desatado las especulaciones y ha puesto en alerta a muchos integrantes o creyentes.

Mientras, Benedicto XVI dejaba claro ayer que obedecerá y apoyará a la persona que lo suceda en su puesto e insistió en que seguirá sirviendo a la Iglesia desde su retiro espiritual.

Los cardenales y obispos españoles que asistieron el miércoles a su última audiencia general destacaron ayer precisamente el "testamento espiritual" que deja este papa. La Iglesia tiene de plazo hasta el 10 de este mes para celebrar el cónclave que elija al sucesor de Benedicto XVI y, por ende, de San Pedro.