El tranvía fue puntual a su cita y a las cinco de la tarde de ayer cubría el trayecto hasta su última parada en la avenida de La Trinidad con unos pasajeros muy especiales a bordo: los Reyes Magos de Oriente.

Durante los momentos previos a la llegada de los mágicos monarcas, esta arteria se había convertido en un hervidero de nervios menudos, ojos chispeantes, pequeños suspiros, mientras personajes de ficción como Donald y Daisy, Bugs Bunny, Pinocho, Pepito Grillo, Mickey o Minie amenizaban la vibrante espera.

Y entretanto fue la algarabía infantil, en forma de gritos y aplausos, la que anunció la presencia de los distinguidos visitantes, momento en el que el alcalde, Fernando Clavijo, en compañía del concejal del área de Fiestas, Domingo Galván, se acercó hasta el andén a recibir a los monarcas y su cortejo real, que repartieron caramelos y sonrisas entre una multitud de incondicionales seguidores que requerían su atención.

A continuación, los ilustres huéspedes se trasladaron hasta el Real Santuario del Cristo, donde escenificaron el recuperado acto de adoración a la imagen del Niño de los Afligidos.

Para entonces, las calles de La Laguna, desbordadas como la propia ilusión de una cita tan especial, se habían convertido en un ir y venir de gentes, arropadas frente al frío, pero abiertas a la noche más mágica del año.

El inicio de la Cabalgata, que estaba programado para las 18:30, se hizo esperar y no sería hasta poco después de las siete de la tarde cuando la explosión de unos voladores marcó el arranque. Fue entonces cuando los corazones se encogieron al rimo de la palabra . ¡Ya vienen los Reyes!

Un grupo de "majorettes" abrió la comitiva, secundada por una banda de cornetas y tambores que despertó el ánimo y marcó los primeros pasos de los grupos de danza de la academia Lenita Lindell, mientras zancudos y grupos de cabezudos rememoraban el sabor del mundo de la farándula, acompañados por personajes televisivos como la familia Simpson.

La primera carroza en arrancar fue la que trasladaba a Blancanieves y sus enanitos, mientras de fondo se escuchaba un ritmo de batucada protagonizado por la comparsa santacrucera de Los Rumberos.

Los pequeños, unos en primera fila y otros, elevados sobre los hombros de sus padres, lo inundaban todo con su tierna inocencia, gritando emocionados, con los ojos abiertos, como lunas llenas, y las manos extendidas en su intento por atraparlo todo.

Una nutrida presencia de camiones de bomberos provocó las delicias de los niños, que se emocionaron al paso de la Policía Nacional y sus perros adiestrados, y aplaudieron como locos a la carroza de El Baúl Volador, un exitoso proyecto de educación en buenos hábitos y valores que se desarrolla en los colegios laguneros.

Correos repartió el libro "El gran viaje de Gustavo" y la anécdota la puso el camello que portaba al rey Gaspar, que permaneció echado durante unos cinco minutos a mitad del recorrido de Herradores.

La Laguna atrae y es mágica.