Las medianías del Sur tinerfeño esconden restaurantes y típicos guachinches, como en la parte alta de Granadilla, con célebres pucheros y escaldones de gofio que alivian el sorprendente frío que a veces hace en esos rincones. Sin embargo, y aunque esta saludable tradición culinaria se da en muchas viviendas particulares sureñas, el inconsciente no traiciona cuando, al pensar en dónde degustar platos tan arraigados en Canarias como esos se piensa inmediatamente en el Norte de la Isla y en lugares como La Cuesta de la Villa, en Santa Úrsula. Y es que, si lo que una persona come dice mucho de ella, los residuos y sobrantes de las comidas, la basura al fin y al cabo, también son muy indicativos de los hábitos por comarcas. En el PIRS, instalado desde hace casi 30 años en Arico, son muy conscientes de esto y siempre han comprobado que en el Norte de Tenerife se come muchas más verduras e, incluso, ensaladas que en el Sur, según se refleja en las bolsas que llegan de cada zona a este complejo ambiental que pretende seguir siendo referente exterior.

Por supuesto que las características socioeconómicas, climáticas y agrícolas marcan esta tendencia históricamente, aunque también tiene mucho que ver el peso del sector terciario y el gran auge que, desde hace unos 25 años, cobró el turismo en el Sur, especialmente de británicos y de un perfil de visitante que opta mucho por las comidas rápidas, con muchas calorías (carnes) y carentes de verduras.

Los camiones que, sobre todo de la empresa Martínez Cano, llegan al PIRS desde los distintos municipios norteños vienen mucho más cargados de restos vegetales que los de localidades sureñas, según se comprueba cada día en estas instalaciones.

En una posición intermedia se sitúa el área metropolitana, según apuntan a EL DÍA trabajadores del PIRS. Eso sí, lo que no ha dejado de reflejarse desde 2008, cuando comienza a arreciar la crisis económica en España y, en particular, en la Isla, es la paulatina y genérica reducción de los residuos, tanto orgánicos, como de electrodomésticos, enseres, escombros de obras y de otra índole.

Los muebles se miman

Esta reducción es muy palpable, según dichos empleados, en mobiliarios como los sillones, tresillos, camas y demás. A diferencia de lo que ocurría en la etapa de vacas gordas, y en el Sur las hubo muy, muy gordas, el número muebles de este tipo que se halla junto a contenedores, casas o en vertederos incontrolados habituales se ha reducido drásticamente. La gente ya no los sustituye ante la primera oferta con la que se topan o los renueva cuando apenas se han visto deteriorado.

A por la segunda mano

Lo mismo ocurre con muchos electrodomésticos (televisores, ordenadores, DVD, teléfonos móviles y videojuegos), que antes acababan con mucha más frecuencia en los contenedores (no siempre en los adecuados) y que ahora se intentan "aguantar", arreglar o revender en tiendas de segunda mano. De hecho, se ha pasado del boom de la sustitución de las televisiones convencionales por las de pantalla plana, lo que aumentó de forma vertiginosa que se prescindiera de los aparatos más antiguos, a un aprovechamiento mucho mayor de todos los televisores, así como de los imprescindibles aparatos lectores de la TDT.

Pese a todo, se sigue tirando muchos electrodomésticos y, de hecho, en el PIRS, la empresa E-Waste (foto inferior) recicla al año hasta 60.000 frigoríficos, que equivalen a la contaminación de otros tantos vehículos (dos toneladas de CO2 por cada coche).