Los caseríos próximos al incendio que afecta al sur de Tenerife, no duermen hoy la siesta preocupados porque la columna de humo que ven desde sus ventanas llegue a sus casas y al Parque Nacional del Teide, donde tienen fijada su mirada.

"No podemos hacer otra cosa que mirar hacia la cumbre", asegura Víctor Manuel un vecino de La Quinta, en Adeje, uno de estos caseríos de la cumbre de Tenerife que combinan pequeñas huertas y segundas residencias bajo un calor aplastante.

Alejado de la visitada y ruidosa costa del sur de Tenerife, principal núcleo turístico de la isla, este vecino lamenta que cumbre esté llena de pinocha, lo que hace que el incendio se propague con mayor facilidad.

"Si no se limpia, ahora se apaga y dentro de tres años volverá a pasar lo mismo", critica este vecino, que comenta que más que miedo siente tristeza por ver como arden los montes.

La única solución, considera, es dejar que se queme, pues, "¿cómo hacer frente a esos barrancos?", se pregunta, mientras desde la puerta de su casa señala las columnas de humo entre las que con frecuencia se ven llamaradas.

La calle Santa Margarita, principal arteria de este caserío en el que viven unos 30 vecinos, se ha convertido desde anoche un ir y venir de policías, bomberos y periodistas, a lo que la población, desacostumbrada, no sabe cómo reaccionar.

Unos hablan, la mayoría no, ya sea por el calor -los termómetros superan los 38 grados- o por la preocupación de no saber cuándo dejarán de arder sus montes, a los que suben a pasear los fines de semana.

A poca distancia de La Quinta, en Taucho, otra de las localidades en alerta por el incendio, vecinos y periodistas se reúnen desde primera hora de hoy en sus bares para resguardarse del calor y comentar las últimas noticias sobre el incendio.

Reunidos frente a un televisor cuchichean sin atreverse a alzar la voz sobre si el incendio llegará al Teide, "no puede ser", lamenta una mujer.

Otro de los participantes de estos coloquios improvisados se queja de que los informativos sólo se fijen en esta cara de la isla cuando se producen catástrofes como ésta.

En Ifonche, en Arona, la situación es parecida: los niños no salen hoy a jugar, las mujeres se asoman a las ventanas y los hombres hablan con los bomberos sobre lo difícil que es acceder a la zona del incendio.

"Siempre pasa lo mismo, no llueve y luego viene el fuego", comenta una mujer, que no se sorprende por ver como los helicópteros cogen agua del embalse que hay en frente de su casa.