Han servido de vivienda a guanches y canarios posteriores; han acogido agricultura, ganadería (cabras, ovejas…), arte en piedra, variada flora y fauna, y verdaderas perlas acuíferas, lo que ha hecho proliferar las instalaciones hidráulicas, como galerías, tuberías, depósitos… También han sido escenarios de catástrofes por imprevisión y egoísmo humano, al no ser limpiados, taponados con todo tipo de basura o servir de base para un alocado urbanismo, pero, al mismo tiempo, han enriquecido los mitos, leyendas (las escapadas y huidas en tiempos difíciles y de persecución…) y el consciente colectivo de una geografía social y natural, la isleña, muy compleja.

Los barrancos son inherentes a estas Islas y Tenerife cuenta con infinidad de ellos, de muy distinto tipo, tamaño, complejidad y tesoros escondidos o explícitos. Desde hace décadas, y más allá de las expediciones científicas europeas del XVIII en adelante, las excursiones por barrancos, del monte al mar o al revés, también se han convertido en una actividad cada vez más demandada y que ha originado el surgimiento de grupos, colectivos o empresas especializadas que diversifican la oferta turística y de ocio del Archipiélago.

Una de las primeras y más emblemáticas es la orotavense Patea Tus Montes, que lleva una veintena de años en esta actividad y en otras relacionadas. Aunque los 31 municipios tinerfeños cuentan con numerosos y variados barrancos, he aquí una selección de los más espectaculares y de las excursiones estelares de buena parte de esas empresas, según los criterios de la citada compañía.

Por su belleza singular, y aunque este periódico comprobó recientemente las dificultades que presenta en diversos tramos tras las fuertes lluvias del invierno, destaca el barranco de Afur, también conocido como Tamadite y ubicado en el Parque Rural de Anaga. Una auténtica reliquia de uso tradicional y conservación que, normalmente, cuenta con un fácil acceso de ida y vuelta hasta la costa, aunque en los últimos meses se ha visto deteriorando. Su recorrido es de una duración aproximada de tres horas y media para una persona normal. Según los especialistas, se trata de un barranco ideal para la familia, de 4 kilómetros de largo y con diversos charcos que, por lo menos los más cercanos a la costa, permiten chapuzones más que apetecibles tras la caminata o cuando se apresta uno a seguir con la vuelta.

Si el de Afur es conocido, quizás el más célebre en la Isla es, sin duda, el de Masca, en Buenavista y una de las numerosas joyas del Parque Rural de Teno. Es tan popular y sirve de reclamo turístico tan asentado, que, desde hace años, se oyen voces muy críticas por la falta de control en las visitas o porque el propio parque fomente las excursiones con un simple afán recaudatoria, según denuncian algunos vecinos del emblemático caserío.

Por lo demás, y al formar parte de una zona entrañable para los isleños, el barranco es una verdadera gozada que, en tan sólo 5 kilómetros, se acumula un desnivel de unos 600 que hace que, al final del recorrido, se acuse el cansancio incluso entre los montañeros, caminantes o senderistas más en forma y experimentados.

La meta es la no menos legendaria playa de Masca, que a veces ha originado noticias dramáticas, como la muerte de un joven realejero por la caída de piedras mientras acampaba, aunque, por lo general, la visita es obligada para alguien que se precie de conocer la Isla. Desde la playa, y aunque también se han oído voces críticas contra esta actividad, existe la opción de volver en barco hasta Los Gigantes (Santiago del Teide) y evitar la difícil subida. De hecho, la mayoría de los visitantes organizados optan por esta posibilidad, mientras que los caminantes con mayor trayectoria sí prefieren la vuelta a pie.

Como en otros casos, y como ocurre con los senderos forestales, se recomienda organizar bien la visita si se va por cuenta propia. Además, las empresas del subsector programan numerosas visitas y, por unos 30 euros, se puede disfrutar de uno de los lugares más emblemáticos y bellos de canarias, también con la posibilidad en determinadas etapas del año de refrescar la senda con baños en los charcos.

Por supuesto, y aunque el síndrome de la playa de Los Guíos ha hecho que se cierre el acceso, en esta guía del barranco tinerfeño no puede faltar el del Infierno, en el citado municipio sureño. Pese a las medidas preventivas por posibles desprendimientos, y siempre bajo la responsabilidad de los que deciden seguir por el sendero, los caminantes pueden disfrutar de un lugar de grandes contrastes y con el premio final de una catarata que, si bien se prohibe el baño, hace las delicias visuales tras una subida de unas tres horas.

Amplia oferta de aventura

Si lo que le va es la aventura, el surtido de barrancos de la Isla es también muy amplio, aunque se necesita dominar técnicas como el rapel. Así, Tenerife ofrece cauces secos, con agua, altos, con vegetación y sin ella. Si los conocimientos sobre técnicas de descenso alpinos son nulos, las empresas y organismos públicos aconsejan no adentrarse en estas alternativas,. Si, en cambio, se posee experiencia, entidades como Patea Tus Montes le pueden acompañar con un mínimo de 6 participantes y le proporcionan todo el material necesario y homologado, entre el que destaca los obligatorios cascos.

En este caso, entre el amplio listado sobresale el barranco del Carrizal, también en el Parque de Teno. Para su descenso se necesita una autorización pública. Sólo se puede bajar en una determinada época del año y disfrutar de cascadas y charcos mediante saltos y rapel. Toda una experiencia que, los que la conocen y han gozado, definen como pirenaica.

Para los que desean iniciarse en el rapel, se halla el barranco de Los Arcos, de dificultad baja y situado en los montes del Valle de La Orotava. Este cauce presenta rapeles cortas, de no más de 9 metros, con cómodas salidas y sencillas aproximaciones. Eso sí, conviene acudir bajo un buen asesoramiento y un buen equipo de expertos.

La oferta se completa con infinidad de barrancos menores o de gran tamaño (el de La Arena, en La Orotava; Ruiz, en Los Realejos; el mítico de Acentejo; el de Santos; los que dan nombres a núcleos, como Barranco Hondo o Grande, y otros en Anaga, la Isla Baja o el Sur). Unos cauces que, dentro o no de parajes protegidos, enriquecen los atractivos de una Isla que, pese a algunos pesares, sigue siendo una joya natural.