El último recuer-do que tiene Michael Sari de su hijo de 11 años es un dibujo que encontró, tras varios días de búsqueda, entre el material del colegio. "Buy, buy, Dad" ("Adiós, papá"), una mano simulando la despedida, una cara sonriente por cuya mejilla cae una lágrima, un barco y un avión. De su hija, de 15 años y políglota (habla cuatro idiomas), de su mujer (austriaca) y del perro no sabe nada desde el 21 de junio.

Ese día, al llegar a su casa del trabajo (en torno a las 3 de la tarde) no había nadie. No estaban en proceso de separación ni de divorcio; el juzgado archivó la denuncia que ella le interpuso hace un tiempo; un certificado médico recomienda tratamiento psicológico a la esposa... Todo eso lo cuenta él, encadenado en el exterior de los Juzgados de Arona porque el juez del número 1 archivó la denuncia que interpuso por la desaparición de sus hijos. Denuncia que tardó 10 días en llegar a sede judicial tras pasar por todos los cuerpos de seguridad. "No tengo una vía posible para seguir adelante y hablar con mis hijos".

Explica que pudo contactar con familiares de su mujer en Rumanía, por eso "sé que están allí, con mi suegra. Sé que ella se ocupará, pero lo sé solo de palabra. No he podido constatarlo". Reclama medidas judiciales.