La fiscal de violencia de género, así como la acusación particular, el abogado del Estado y la letrada que representa al Instituto Canario de Igualdad (ICI) solicitaron ayer en su presentación ante el jurado popular encargado de juzgar al súbdito letón Maris Meiers 25 años de prisión por un delito de asesinato cometido en Guargacho, término municipal de San Miguel de Abona, en agosto de 2008.

Las acusaciones además estiman las agravantes de parentesco, disfraz y alevosía, ya que la víctima no tuvo oportunidad alguna de defenderse, ya que recibió 89 cuchilladas por la espalda, luego en las extremidades, en el tórax, cuello y cara. La víctima, de la misma nacionalidad que el acusado, del que fue expareja en el pasado y debido a lo posesivo y a lo controlador que era, huyó de su país de origen en 2007 dejando a su hija menor al cuidado de la abuela de la pequeña para emprender una nueva vida, y así lo hizo en Guargacho.

Lo más cruel

Durante la vista de ayer, Maris Meiers vestía un chándal gris y blanco y parecía tranquilo, frío e impasible; no estaba tan delgado como cuando fue detenido ocho días después de haberse cometido el crimen por un guardia civil que estaba de paisano en el tranvía en el que viajaba. La fiscal aseguró que "veremos que el acusado decía cosas terribles a Kristine Z., como que si no era para él, no sería para nadie, o algo terrible como: Te pondré un anillo de boda aunque sea muerta". A las dependientas de la tienda donde compró una peluca en Los Cristianos les dijo que quería que tuviera pelo largo y negro porque quería ir a un club gay y no deseaba que lo reconocieran. La fiscal presentó al acusado como un hombre frío, calculador y que tenía hasta el más mínimo detalle previsto. De hecho en un registro hallaron las maletas para su huida, "pero si eso no funcionaba llevaba una hojilla escondida en su calzado como un cobarde para acabar con su vida, pero los agentes consiguieron truncar su plan", explicó.

La víctima no tuvo posibilidad alguna de defenderse, ya que fue atacada cuando entraba al edificio donde vivía y donde Maris le asestó 89 cuchilladas -no falleció de la primera- disfrazado con ropa oscura.