Un grupo de científicos pertenecientes al Consorcio Marino de la Universidad de Louisiana (EEUU) liderado por Craig McClain y Clifton Nunnally realizó un experimento recientemente que consistió en colocar tres caimanes muertos en diferentes lugares del Golfo de México para estudiar cómo se comporta la biodiversidad de los océanos.

El experimento fue grabado en vídeo por un vehículo operado por control remoto a una profundidad de 2.000 metros. La grabación mostró que unos gigantes isópodos tardaron menos de 24 horas en detectar los cuerpos de los reptiles. Usando sus mandíbulas acabaron desgarrando la dura piel del reptil y engulleron su carne hasta que apenas podían moverse.

Los isópodos tienen una gran capacidad para almacenar la energía acumulada, por lo que, después de una comida de este calibre, es muy probable que éstos no tengan que alimentarse durante meses o incluso años.