Por donde no se ve, por debajo de las alas laterales, el tricornio de la Guardia Civil tiene dos pequeños botones negros donde ya no se abrocha nada. Siguen ahí, no obstante, como adorno sentimental invisible, o como reminiscencia de la evolución histórica del accesorio más característico del guardia uniformado. Esos botones sirven para recordar que el tocado empezó siendo de otra manera, que tuvo que cambiar para ser más útil y que en su origen no era tan rígido ni tan brillante como ahora. Su aspecto acharolado actual empezó siendo una solución de emergencia, una funda de hule negro improvisada por los mismos guardias que se ajustaba en estos botones bajo las palas y que evitaba que las largas jornadas a la intemperie deteriorasen el sombrero, hecho en su versión original de delicado fieltro y pelo de toro ribeteado con hilo plateado. Con el tiempo, y por puro pragmatismo, aquel envoltorio provisional fue sustituyendo al material primitivo de forma permanente, el hule evolucionó a vinilo impermeable ya desde la fábrica y el final de la historia está a la vista. La esencia del tricornio sigue aquí, pero los tiempos lo han transformado. Igual que la Guardia Civil.

La institución, 175 años recién cumplidos, se mira al espejo y se ve distinta, pero fiel a sí misma, modernizada sin perder el respeto a sus valores fundacionales. Una idea fuerza parecida a esta atraviesa las piezas de la exposición conmemorativa del cumpleaños de la institución, que desde el pasado jueves y hasta el 14 de abril disecciona el cuerpo para enseñarlo por dentro en la sala La Arquería de Nuevos Ministerios, Madrid.

La historia del tricornio, que no tiene en puridad tres picos sino dos, es una de las que la muestra pone al alcance del visitante en la muestra. La del tricornio y la de los 21 tocados distintos que han completado los uniformes del Instituto Armado, del salacot de Guinea Ecuatorial al sombrero de palma y el "capacete" de corcho usado en Filipinas. Rascando de aquí y de allá se puede saber también que no siempre han ido de verde o que cuando se estrenó la primera indumentaria confeccionada en el color distintivo de los guardias de hoy, en torno a la II República y puede que para mejor favorecer el camuflaje en las zonas rurales, habían vestido al menos seis uniformes diferentes desde que la Benemérita nació en 1844 vestida con una levita azul marino y granate diseñada por el Duque de Ahumada, fundador y primer director. También que el bigote llegó a ser obligatorio, que hace treinta años que el uniforme lo visten mujeres y que ellas representan ahora algo más del 7,25 por ciento de la institución. O que aquel cuerpo de seguridad pública fundado para salir al paso de los bandoleros en los caminos de mediados del XIX son hoy más de 75.000 personas en activo y unas cuantas más en la reserva, que la Guardia Civil tiene veinte especialidades de raíz heterogénea y ramificadas en subespecialidades, algunas unidades de élite y un parque de 20.000 vehículos de todo tipo para la ¬tierra, el mar y el aire que recorren más de 390 millones de kilómetros al año, el equivalente a 9.700 vueltas al mundo. A las funciones básicas añaden hoy la protección de la naturaleza, la vigilancia del subsuelo y los fondos marinos, la investigación policial de alto nivel, el control de armas o las misiones de ¬cooperación en el exterior en zonas de conflicto o misiones humanitarias?

También "somos la primera Policía ecológica del mundo", ataja la enumeración Cristóbal Poza, capitán de la Oficina de Relaciones Informativas y Sociales (ORIS) y uno de los responsables del montaje de la muestra, señalando una de las vitrinas que expone el instrumental del Seprona y recordando el trigésimo aniversario que la unidad celebró el año pasado. Bulle en la razón de ser de la muestra una pretensión de exaltar la cercanía del cuerpo al ciudadano que viene directamente del mismo origen del cuerpo y que casa con su título, La Guardia Civil, 175 años a tu lado. La muestra materializa, al decir de sus promotores, la vocación divulgativa del cuerpo sobre la especialización y diversidad que han adquirido sus misiones, subyace en ella una operación de autoafirmación y una necesidad de que se sepa que del 28 de marzo de 1844 hasta hoy, así lo cuenta uno de los paneles que dan la bienvenida a la exposición, la Guardia Civil quiere ser "una institución que sirve a los ciudadanos desde la modernidad que demandan los nuevos tiempos, pero a la que se le exige que lo haga manteniendo intactas las tradicionales virtudes que han adornado su trabajo desde 1844".

La muestra termina por ser un homenaje a la evolución del cuerpo al compás del tiempo histórico, a los atributos del paso de la vigilancia en los caminos a la persecución del delito en el ciberespacio. Y en la montaña, el mar, la carretera, el extranjero? Por eso un viejo baúl auténtico con el kit básico del guardia de finales del siglo XIX exhibe el acopio de lo que los primeros agentes se llevaban de la academia -uniformes, tricornios y correajes, arma y cartuchera, cubiertos, taza y servilleta, utensilios para la escritura y el aseo personal?- y comparte espacio con un sonómetro, unas gafas de visión nocturna, las cámaras de trampeo para especies protegidas que utiliza el Seprona o los sofisticados equipos para la desactivación de explosivos. La modernidad también ha traído hasta aquí unas gafas de realidad virtual que introducen al visitante en un rescate de montaña con helicóptero en los Mallos de Riglos, en el Pirineo de Huesca, o en una operación de tráfico en Madrid.

Fuera de la sala está aparcado un viejo Land Rover 88 verde con techo blanco, icónico de la patrulla rural de la Guardia Civil del siglo pasado; dentro, lo que fue la "bicicleta reglamentaria" y el maniquí del primer guardia con caballo del siglo XIX están junto a una moto de la agrupación de Tráfico de ahora, vecina de otra de montaña y de las maquetas de los modernos buques aptos para la navegación transoceánica y los helicópteros? Han cambiado los sombreros, los uniformes y sobre todo los servicios. Aquí dicen que el cuerpo se ha contorsionado para acompasarse a los tiempos, pero que a la vez se esfuerza por que le sigan sirviendo los valores fundacionales del lejano 1844.

Todo remite a esa idea en el recorrido por la historia, incluido un collage de fotos de fachadas de casas cuartel que mezcla los edificios antiguos con los más vanguardistas y enseña que unos y otros incorporan para que no se olvide el lema del cuerpo -"El honor es mi divisa"- o el consabido "Todo por la patria" en los dinteles de las puertas. Esa modernidad que no pierde el código de valores también podría servir como divisa actualizada del cuerpo. Si en ese contexto hablan de la incorporación de la mujer, que partió de 1988, el trayecto da para que el cuerpo se haya feminizado en un 7,25 por ciento, tenga como grandes hitos dos mujeres con el grado de teniente coronel y en perspectiva la asignatura pendiente de que llegue pronto la primera a general.