Probablemente todo empezase con un invierno especialmente frío. Los neandertales, la especie humana extinguida hace 40.000 años, ignorantes de que su tiempo se acababa, habrían seguido a lo suyo, cazando y recolectando, manteniendo las pautas de movilidad perpetuadas durante generaciones, y también otras prácticas menos saludables que acabarían siendo cruciales en su extinción. Entre ellas, según constatan los últimos hallazgos del equipo que investiga los restos hallados en la cueva piloñesa de El Sidrón, la endogamia: la práctica de procrear con miembros de la misma familia, lo que habría provocado mutaciones genéticas en los individuos de la especie y habría mermado su capacidad inmunológica. El paleoantropólogo Antonio Rosas, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y director del equipo que investiga los fósiles recuperados en el yacimiento piloñés, reconstruye las circunstancias en las que se pudo producir la extinción de los neandertales.

"Lo que se ha configurado - explica Rosas- es la idea de que los neandertales vivían en grupos numéricamente pequeños y además aislados unos de otros en el territorio. Había una densidad de población baja, con una inercia de decenas de miles de años de este tipo de cruzamientos entre individuos de los mismos grupos, lo que lleva a una pérdida de variabilidad genética".

En el caso de los trece neandertales cuyos restos han sido hallados en El Sidrón, el equipo de Rosas ha identificado hasta diecisiete anomalías genéticas fruto de la endogamia, algunas de ellas compartidas por hasta tres individuos del grupo. "Más que el indicador de una deficiencia física, son los marcadores de una situación demográfica: las manifestaciones de la endogamia, de los cruzamientos realizados a lo largo de la historia entre grupos muy próximos y con relaciones de parentesco relativamente cercanas", precisa Rosas.

Las razones

La pérdida de variabilidad genética derivada de esta práctica se traduce en dos consecuencias: los individuos acumulan mutaciones potencialmente deletéreas, que pueden causar la muerte, y la pérdida de vitalidad, a la larga. "Sobre todo de vitalidad poblacional".

En última instancia, reflexiona el paleoantropólogo, "la pérdida de vitalidad y la acumulación de mutaciones entrarían en concordancia con otros factores que determinarían el fenómeno de la extinción".