La cocaína es una sustancia altamente estimulante que produce en el consumidor de manera casi instantánea sensaciones de euforia, bienestar, fuerza, vitalidad, seguridad en sí mismo además de un aumento del interés por hablar y del interés y la capacidad sexual, entre otras. También, es cierto que, en lugar de estas sensaciones, puede inducir según las características físicas y psicológicas del consumidor, sensaciones contrarias de ansiedad, inquietud y agitación.

La variedad y amplitud de los efectos positivos del consumo de cocaína tienden a generar una gran adicción, incluso al ingerirla en pequeñas dosis. Además, esa sustancia que entra en el organismo por la nariz, la boca o las venas, actúa directa y muy rápidamente en el cerebro, potenciando así su capacidad adictiva. Desafortunadamente, la intensidad de estas sensaciones tan placenteras se reduce con el consumo repetido de cocaína. Este fenómeno se denomina tolerancia y hace que el consumidor tenga que aumentar la cantidad y la frecuencia del consumo para tratar de obtener la misma intensidad de las sensaciones producidas originalmente.

Tanto es así que según el ultimo Informe Europeo sobre Drogas de 2018, 17 millones de europeos entre 15 y 64 han probado la cocaína al menos una vez en su vida. Y 2.3 millones, entre 15 y 34 años, la han consumido en el ultimo año. Si no fuese por las limitaciones que la sociedad en su conjunto introduce a través de intervenciones policiales, sociales, familiares y educativas, el número de consumidores sería probablemente muy superior, lo que no es de extrañar dados sus efectos en el corto plazo.

Pero también la cocaína produce efectos no tan agradables y positivos según la dosis, la pureza y las características de quien la consuma. Dosis bajas en personas inestables pueden producir desasosiego, ansiedad, temor e incluso sensaciones paranoides de persecución y referencia, le siguen o se ríen y hablan de él. Dosis más elevadas, incluso en personas aparentemente saludables pueden producir convulsiones, alucinaciones y delirios. Cuando este tipo de efectos negativos se produce al inicio del consumo, actúan disuadiendo del mismo, no obstante, si ocurren después de que el consumidor haya experimentado efectos positivos y gratificantes, no suelen disuadir del consumo y es entonces cuando se producen las alteraciones más graves en el organismo.

Efectos que ocasiona la adicción a la cocaína

El consumo repetido y prolongado de cocaína, es decir, la adición a la cocaína conlleva la aparición de efectos negativos. Por un lado, los propios efectos positivos no son tan intensos ni tan variados lo cual ya es frustrante y negativo, pues el adicto espera recibir una gran sensación de placer como al principio, pero recibe sólo una parte de la misma o espera tener la misma potencia sexual pero no la tiene. Poco a poco, además se van añadiendo efectos negativos varios tales como sensaciones de ansiedad y depresión y otros síntomas que pueden ir desde la apatía y el cansancio a la agresividad, la impulsividad y la violencia a alteraciones del tabique nasal y el paladar, patologías dentales, cardiovasculares y alteraciones sexuales, insomnio y otras menos frecuentes como las convulsiones o las crisis psicóticas con alucinaciones.

Para las mujeres en período de gestación, la cocaína puede provocar una alta mortalidad perinatal, alteraciones nerviosas en el recién nacido o un aborto espontáneo. Asimismo, una sobredosis de cocaína puede propiciar la muerte por un paro cardíaco o por una hemorragia cerebral.

Por supuesto que los adictos desatienden sus tareas y responsabilidades familiares, laborales y sociales pues tienen que dedicar muchos recursos mentales además de tiempo y dinero a la obtención de la sustancia y su consumo. El adicto tiene que dejar actividades, relaciones e intereses que antes tenía a favor de unas nuevas que tienen que ver con el consumo. Por ejemplo, en lugar de pensar en quedar y salir con gente que no consuma, tenderá a salir con gente que lo haga y no le impida o dificulte consumir. En lugar de hacer un esfuerzo por concentrarse y realizar una tarea, consumirá cocaína que hará el esfuerzo por él. Buscar una actividad nueva como tocar la guitarra porque tiene tiempo, ya no será importante porque ese tiempo lo dedicará a conseguir y consumir la sustancia que le proporcionará bienestar, es decir, la adicción implica que uno pasa a depender de la droga para divertirse, trabajar y relacionarse en lugar de depender de uno mismo.

Y esto es así porque la cocaína crea nuevas conexiones neuronales en el cerebro, agota neurotransmisores y atrofia conexiones neuronales esenciales para un funcionamiento personal saludable y adaptado.

La adicción a la cocaína en el cerebro

La adicción a la cocaína incrementa los niveles de dopamina en el circuito de recompensa del cerebro. Habitualmente, la dopamina liberada por una neurona es reabsorbida por esa misma neurona, con lo cual se cancela la señal que se emite a través de este neurotransmisor. Sin embargo, la cocaína evita la reabsorción de este neurotransmisor produciendo una acumulación de una gran cantidad de dopamina en el espacio que se ubica entre dos neuronas, por lo que se intensifica la comunicación normal entre ellas.

Este aumento desmedido de dopamina en el circuito de recompensa, que se encuentra en el cerebro, refuerza considerablemente el comportamiento del consumo de cocaína. Con el paso de los años, este circuito se adecúa al exceso de dopamina que se genera gracias a este tipo de droga y se vuelva menos sensible al neurotransmisor. Por estas razones, el consumidor ingiere dosis más elevadas y con mayor frecuencia para sentir la misma euforia y calmar cualquier síntoma de abstinencia.