La Laguna cerró ayer su Semana Santa con la procesión de Jesús Sacramentado, acompañado por la mayoría de las cofradías de la ciudad, en este caso sin los habituales capirotes que les cubren el rostro durante el resto de desfiles. Bajo un sol intenso y entre cánticos, los participantes unieron los templos de la Catedral y La Concepción después de la misa pontifical del Domingo de Resurrección.

Antes, a las 8:30 horas, había recorrido varias calles de la ciudad el paso del Cristo Resucitado, de la parroquia de Santo Domingo de Guzmán. Se trata de un trono vinculado a la Hermandad del Rosario y que cuenta con la singularidad de que es llevado por costaleros; de ahí que su procesión se desarrolle entre llamadas con el martillo, mensajes de ánimo para quienes van debajo de la imagen y algún que otro aplauso. Como suele ser habitual, uno de los momentos de mayor emoción para los amantes de este tipo de actos es el regreso de la talla a su parroquia. El tamaño del paso hace que la maniobra no sea fácil. Pero las horas de ensayo y la pericia del capataz solventan el problema. "¡Más a tierra!", "¡Izquierda atrás!", "¡Derecha alante!". Y al final la imagen entra casi al milímetro.