Alrededor de un 36% de los jóvenes afirma haber conducido en los últimos seis meses bajo los efectos del alcohol y más de un 60% declara haber montado por lo menos una vez, en ese mismo periodo, en un vehículo cuyo conductor había ingerido alcohol. Si ponemos el acento en otras sustancias, vemos reducidos estos porcentajes, siendo el 8% de los jóvenes el que declara haber conducido bajo los efectos del cannabis y el 2,7% bajo los de la cocaína. Lo mismo ocurre en el caso de los jóvenes que afirman haberse montado con un conductor que ha ingerido este tipo de sustancias, que representan el 18% en el caso del cannabis y el 10% en el de la cocaína.

Estos datos contrastan significativamente con el rechazo generalizado que muestran los jóvenes respecto a las actitudes imprudentes al volante, así como con la conciencia que aseguran tener del peligro. Así, siete de cada diez jóvenes se declaran "buen conductor" y seis de cada diez se declara "mejores" o "mucho mejores" que el resto de conductores. Los adjetivos más empleados para calificar sus estilos de conducción son "tranquilos" (48,2%), "hábiles" (43,9%) y "respetuosos" (41,4%).

Vemos, de este modo, cómo la teoría dista del comportamiento real al volante y, a pesar de que la postura oficial que muestran es la de descartar absolutamente los comportamientos arriesgados, muy sancionados en lo social, administrativo y penal, la realidad difiere bastante.

Así lo refleja el informe "Conducción y drogas. Factores subyacentes a los comportamientos de riesgos", presentado ayer por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) y Fundación MAPFRE, con el objetivo de analizar de forma detallada y cuantificable lo que los jóvenes piensan y perciben acerca de los riesgos asociados a la conducción. El estudio es el resultado de cerca de 1.000 encuestas realizadas a jóvenes españoles de entre 16 y 30 años, estructuradas en tres grupos de edad.