En La Laguna hubo ayer algún momento "crítico". Pasadas las 16:30 horas, en la espera por Sus Majestades en La Trinidad, llovía, y no precisamente flojo. El alcalde, José Alberto Díaz, aguardaba el momento sin despegarse del móvil, incluso ya buscando planes alternativos. Y llegaron los Reyes Magos, los recibió y pasaron a atender a los niños. Y sí, seguía lloviendo.

La historia jugaba en contra. La última vez que la lluvia se "la hizo" a la cabalgata lagunera fue en 2009, la primera de Fernando Clavijo como regidor municipal. Y ayer su sucesor se estrenaba... Eran sobre las 18:00 horas cuando los Magos de Oriente llegaron al Real Santuario para la adoración al Niño de los Afligidos, y continuaba el agua, sin parar. Pero no se suspendió el desfile. Salió bajo una llovizna fina (o quizá algo más).

Fue ahí cuando apareció la magia de Sus Majestades; toda una lección para los que sostienen que los Reyes no existen. Al poco se había quedado una noche de "todo lleno", triples filas y, aunque sin ningún criterio científico más allá del ojo y la comparativa, de las mismas cifras de público de los últimos años. Bolas gigantes, personajes de animación, bandas de música... También algún hueco en el cortejo y algo de lentitud; pero ayer eso era lo de menos, sobre todo después de una casi suspensión que, al final, solo recordaba el hecho de que los Reyes fuesen "motorizados" (en coches descapotables) para evitar algún patinazo de los camellos.