Aunque no se conoce con exactitud, el origen del anillo parece proceder del antiguo Egipto, donde se utilizaba con forma de sello como muestra de poder y autoridad. Posteriormente, comenzó a emplearse como accesorio estético y su uso se popularizó entre todas las clases sociales. Los romanos, en cambio, regularon el uso de estas joyas evitando que esclavos y sus descendientes pudieran usar anillos de oro, aunque con el paso de los años estas leyes fueron abolidas respetándose, eso sí, cierta jerarquía de materiales (oro, para las clases sociales superiores, hierro para los esclavos, etc). También fueron ellos los primeros en utilizar un anillo como símbolo de compromiso y solvencia económica, que entregaban a la familia de su futura esposa en una ceremonia previa al casamiento. Posteriormente, judíos y cristianos adoptaron ésta práctica romana, entregando una suma o un objeto de valor, generalmente un anillo, a su prometida durante la ceremonia de pedida de mano.

Pero, ¿cómo ha llegado a nuestros días esta costumbre del anillo de compromiso, pasando de un sencillo aro de hierro u oro hasta convertirse en una joya de diamantes? En la actualidad se ha popularizado el uso de los anillos de diamantes, pudiéndose adquirir incluso a través de la red donde prestigiosas firmas de joyeros, como Clemència Peris, ofrecen piezas únicas y artesanales, por el simbolismo que asociamos al diamante, con un valor eterno, indestructible y muestra de nuestra confianza y compromiso hacia nuestra pareja.

Es relativamente reciente la moda de regalar diamantes de pedida, de hecho hasta 1870, estas piedras eran una rareza que se encontraban escasamente en la selva de Brasil y en India, por lo que su uso se restringía a personajes de la realeza y acaudalados empresarios. Fue en ese año cuando se descubren en Sudáfrica unas inmensas minas de este material, propiedad de la compañía De Beers. Pero sería en los años cuarenta del siglo pasado cuando, gracias a la campaña publicitaria creada por NW Ayer, quedaría grabada en la mente colectiva el conocidísimo eslogan “un diamante es para siempre”, consiguiendo que, a día de hoy, el 78% de los anillos de compromiso sean de diamantes.