Desde que el mes pasado el Gobierno de Sierra Leona declarara que se habían detectado siete nuevos casos de personas infectadas por el ébola, ONG y organizaciones religiosas como las hermanas clarisas, que trabajan allí, vuelven a pedir ayuda internacional y recuerdan que hace un año "llegó muy tarde".

En una entrevista con Efe, las hermanas clarisas Elisa y Patricia, recién llegadas a Madrid desde Sierra Leona, aseguran que este país africano necesita ayuda por el ébola, aunque se trate sólo de "una de sus muchas necesidades".

El virus del Ébola es únicamente "una de las necesidades del pueblo sierraleonés, también herido tras la guerra o la malaria y sumido en la miseria" y las principales víctimas son los huérfanos que "el virus ha dejado", sobre los que las misioneras desarrollan labores de seguimiento y atención, explican.

Tras siete meses con las escuelas cerradas o la prohibición de las reuniones públicas porque "el ébola atacó el corazón del pueblo africano", sus habitantes ahora no temen al virus, sino a las consecuencias del mismo como "no poder dar a los muertos el respeto que se merecen o no poder visitar a sus parientes enfermos".

En Sierra Leona se han decretado ahora nuevos toques de queda para evitar los contagios, desde las siete de la tarde hasta las siete de la mañana, especialmente en el desplazamiento de motocicletas, y hay sanciones de hasta 3.000 euros.

Otras medidas son el reparto de termómetros en las escuelas y la distribución de cubos con desinfectantes para lavarse las manos frecuentemente.

Aunque se haya normalizado la situación, "los supervivientes continúan siendo estigmatizados con el aumento de la distancia física entre la población", señalan.

La hermana Patricia subraya la labor y la difícil situación de las personas que estaban en cuarentena por haber estado cercanas al virus en la anterior crisis sanitaria, especialmente porque dependían solo de la ayuda que pudieran recibir de fuera.

Estas misioneras tuvieron que repartirles arroz, agua o aceite "para que al menos pudieran alimentarse", comentan.

Patricia también afirma que a pesar de las recomendaciones que se realizan en la escuela respecto a tener cuidado con el contacto físico, resulta "complicado" entre los más pequeños "cuando están jugando o comparten caramelos".

Por otra parte, "el miedo a la pérdida de los seres queridos" es la mayor secuela que existe entre los sierraleoneses, asegura esta hermana, que insiste en pedir más ayuda a Occidente para paliar problemas como la desnutrición o la malaria.

"El 40 % de los niños no llega a los cinco años por el ébola" y a pesar de que esta enfermedad ya no sea una prioridad para la ayuda internacional, sigue siendo "una gran urgencia", advierte.

Elisa afirma que se trata de un virus "contagioso y letal", por lo que ha hecho un llamamiento a la prudencia, aunque con expectativas optimistas hacia el futuro debido a las mejoras sanitarias o educativas.

No obstante, ha denunciado que en zonas como Kailan, uno de los primeros lugares afectados por el ébola, el nivel de la enseñanza "continúa siendo muy bajo".

Hace un año "el mundo se volcó con África demasiado tarde", construyendo centros para combatir esta enfermedad o con ambulancias "cuando ya no eran tan necesarias", aseguran estas misioneras que han llegado a Madrid para informar de la situación real que se vive en ese país africano.

Ambas comentan que los síntomas del ébola son muy similares a otras enfermedades que se dan en los países tropicales como la malaria o la fiebre tifoidea y ahí entraría, por ejemplo, el papel de la ayuda internacional "para un diagnóstico más acertado y rápido".

Las misioneras clarisas trabajan desde 1960 en el continente africano mediante seis comunidades con casas de formación pastoral, clínicas y escuelas, y cooperaron en Sierra Leona con el religioso Manuel García Viejo, víctima española del ébola en septiembre de 2014.