Un estudio sobre los efectos del alcohol en el sueño en estudiantes universitarios, que se publica en la edición digital de febrero de "Alcoholism: Clinical & Experimental Research", detectó que consumir alcohol antes de dormir no sólo causa un aumento inicial de la potencia delta, relacionada con el sueño de ondas lentas (SWS, por sus siglas en inglés), sino que también provoca un incremento en la actividad alfa frontal, que se piensa que refleja los trastornos del sueño.

"La gente probablemente tiende a centrarse en las propiedades sedantes comúnmente conocidas del alcohol, lo que se refleja en tiempos más cortos para conciliar el sueño, especialmente en los adultos, en lugar de la interrupción del sueño que se produce más tarde en la noche", señala Christian L. Nicholas, experto del Laboratorio de Investigación del Sueño de la Universidad de Meloburne, Australia.

En las personas que beben antes de dormir, el alcohol actúa inicialmente como un sedante, marcado por la actividad de la frecuencia delta en el electroencefalograma (EEG) del SWS, pero más tarde se asocia con la interrupción del sueño. Asimismo, se producen disminuciones significativas en la actividad de la frecuencia delta y la potencia con el desarrollo normal entre las edades de 12 y 16 años. Éste es un momento en el que se consume alcohol habitualmente, con un incremento espectacular de la bebida en personas en edad escolar.

"La reducción de la actividad de la frecuencia delta del EEG que vemos a través de la edad se cree que representa los procesos normales de maduración del cerebro conforme el cerebro de los adolescentes continúa desarrollándose hasta la madurez plena, apunta Nicholas. Aunque la función exacta del movimiento no rápido del ojo (NREM, por sus siglas en inglés), y, en particular, SWS, es un tema de debate, se cree que refleja la necesidad de sueño y la calidad, por lo que cualquier interrupción puede afectar a las propiedades reconstituyentes subyacentes del sueño y ser perjudicial para el funcionamiento diurno", detalla. Nicholas y sus colegas reclutaron a 24 participantes (12 mujeres y 12 varones) sanos, de entre 18 y 21 años de edad, bebedores sociales que habían consumido menos de siete bebidas estándar por semana durante los últimos 30 días. Cada individuo se sometió a dos situaciones: la ingesta de alcohol antes de dormir, así como un placebo, seguidas por polisomnografía estándar con registros integrales de EEG.

las claves

En el estudio tomaron parte 24 estudiantes (12 hombres y otras tantas mujeres) de edades comprendidas entre los 18 y los 21 años.

Los participantes en la investigación son bebedores sociales, que habían consumido menos de siete bebidas de media por semana durante el último mes.