Desde la Conquista hasta la actualidad la vegetación que cubre la isla de Tenerife ha cambiado de forma radical, de tal manera que el paisaje vegetal es diferente en su composición florística y su distribución al que había en tiempos de los guanches.

El botánico Lázaro Sánchez-Pinto explica en una entrevista que aunque hasta hace poco existía la idea de que en tiempo de los guanches Tenerife era un vergel lleno de bosques que llegaban hasta el mar, la realidad es que la vegetación natural ya había sufrido grandes transformaciones por la acción del hombre.

Lázaro Sánchez-Pinto, que fue director del Museo de Ciencias Naturales del Cabildo de Tenerife, indica que el paisaje vegetal que en su momento observaron los guanches prácticamente no existe hoy en ningún sitio en la isla, pues no hay lugar que no haya sido tocado por la mano del hombre de una forma u otra.

"Esto no quiere decir que los ecosistemas sean distintos, pues se mantiene la laurisilva, el pinar canario, el tabaibal-cardonal o el sabinar, pero su composición florística y su distribución no es la misma que en tiempos de los guanches", precisa.

Esto es así por diversos factores y uno de los que se debe tener en cuenta es que los guanches habitaron la isla durante unos 2.000 años, desde el siglo V antes de Cristo hasta la Conquista, en el siglo XV de nuestra era, y en dos milenios suceden fenómenos naturales "importantísimos".

Uno de ellos ocurrió en las primeras décadas del siglo I después de Cristo, cuando se registró una bajada de temperaturas muy notable, de casi un grado centígrado.

Este descenso coincidió con la época de la que proceden los primeros relatos fidedignos de la naturaleza del archipiélago a través de Plinio el Viejo, quien describió una isla llamada Ninguaria (Nivaria), siempre cubierta de nieblas y que recibió su nombre de las nieves perpetuas.

"Ello implica que efectivamente hacía mucho más frío que ahora", indica el investigador, quien detalla que con más nieve y temperaturas más bajas, los acuíferos se situaban a mayor altura y por lo tanto había más reservas de agua.

Al respecto, indica que según datos del Consejo Insular de Aguas, hasta mediados del siglo XIX en Tenerife había unos 600 manantiales que producían unos 700 litros de agua por segundo.

En la actualidad se calcula que los manantiales de la isla no llegan a los 130 litros por segundo, aunque hay que tener en cuenta que esta forma de abastecerse de agua desapareció paulatinamente por la perforación de galerías.

Además, desde el principio de la era hasta aproximadamente el año mil se produjeron en la isla unas nueve erupciones volcánicas de gran dimensión que afectaron, sobre todo, los menceyatos de Icod, Adeje y los parajes donde actualmente se localiza el parque nacional del Teide.

Muchas zonas fueron "barridas" por volcanes y el último de esa época, que debió ser "impresionante", es el de Lavas Negras, del que emergió el cono apical del Teide, incrementando su tamaño en unos 220 metros.

Todo ello hizo que cambiara en buena medida la vegetación de esas zonas, sobre todo en el menceyato de Icod, por donde se cree que comenzó precisamente la colonización de la isla.

Lázaro Sánchez-Pinto señala que "lo más antiguo y fiable que podemos aproximarnos" a conocer cómo era la vegetación es a través de las actas del Cabildo, una vez conquistada la isla, así como en los protocolos notariales y en las datas o reparto de tierras.

Entre otras disposiciones, en las actas se menciona cómo todo el ganado de Anaga, Tegueste y Tacoronte debía reunirse debajo de los almácigos en Valle de Guerra para su recuento; es decir, miles de cabras y ovejas reunidas en un bosque de almácigos del que hoy en día no queda vestigio alguno.

También se desprende de las crónicas de la época que en la comarca de Daute, por la zona actual de Los Silos y Buenavista, había un extenso palmeral.

El botánico precisa que hoy en día se conoce mejor la ecología de las plantas por la arqueología, el paleoclima y la paleontología, y con esta información se puede saber en qué áreas había potencialmente más probabilidad de que creciesen unas u otras especies.

Al contrario que en otras islas como La Gomera, algunas formaciones vegetales resultaron muy mermadas en Tenerife, como es el caso de los sabinares, desaparecidos casi por completo por la acción del hombre.

"A partir de la Conquista empieza el deterioro tremendo de la vegetación y el cambio de distribución. También ocurrió con la reforestación del siglo XX, cuando zonas de escobonales, utilizados como planta forrajera por los guanches, fueron sustituidos por pinares", relata Sánchez-Pinto.

Sin embargo, también se tiene la idea de que los guanches no transformaron prácticamente el paisaje de la isla y parece, según los estudios de paleobotánica, que "sí lo hicieron y bastante", y pudieron "esquilmar" muchas zonas a base de incendios forestales para ganar terrenos de pastoreo y pequeños campos de cultivo.

De hecho, una de las plantas que colonizan un área después de un incendio forestal son las helecheras y se sabe que los guanches utilizaban sus raíces para hacer tortas, una tradición que continúa en La Gomera.

Además, el estudio de restos vegetales, de carbones, aporta datos sobre el origen de la madera y por ello se ha constatado que en el norte de Tenerife, por ejemplo, para hacer fuego se utilizaban principalmente especies de la laurisilva pero a medida que pasó el tiempo, éstas fueron sustituidas por arbustos propios de las zonas bajas, lo que da idea de que el bosque iba desapareciendo.