Como si del cuento del lobo se tratara, la llegada de un posible caso de ébola al Hospital Universitario de La Candelaria (HUNSC) sembró el caos y puso los nervios a flor de piel durante algunas horas al personal sanitario, que preguntaba insistentemente a los responsables del centro si el caso era real o una falsa alarma.

Incluso algún llanto llego a escaparse ante la idea de poder contagiarse y poner en riesgo a sus familiares y seres queridos.

"La noticia creó un gran impacto y fue aún mayor aún cuando se supo que era un compañero. Cuando se inició el procedimiento hubo mucha agitación e inquietud. Los trabajadores de Contagiosos fueron los primeros en saberlo. Hubo cierto descontrol y dudas sobre qué hacer y qué no, pero lo que estaba claro era quién tenía que actuar, que no eran otros que los que ya habían hecho el simulacro varias veces", detallaba ayer la portavoz del sindicato de enfermería Satse, Ramona Mendoza.

Pero los agobios y los nervios desaparecieron desde que Kevin García entró por la puerta que se habilitó para él.

"Primó la profesionalidad de todo el personal, médico, de enfermería y de la limpieza que participaron y que cumplieron a la perfección con su cometido", relataba ayer Mendoza.

La coordinación fue tal que, cuando la ambulancia que trasladaba al enfermero desde el Puerto de la Cruz se hallaba por Los Rodeos, llamó para saber si estaba todo listo y como le informaron de la complejidad a la hora de ponerse los trajes de aislamiento, esperó hasta que le dieron luz verde.

"Se quería que saliera todo perfecto aunque para ello se fuera algo más lento y salió todo bien, hasta el punto de que la primera enfermera que atendió a este compañero se ofreció voluntaria para volver a hacerlo el viernes. Ya no hay miedo sino normalidad. Hay un paciente y hay que atenderlo", sentenciaba ayer Mendoza.