A lo largo de toda una vida dedicada a luchar contra el trabajo infantil el indio Kailash Satyarthi liberó a más de 80.000 niños de la explotación, un problema social que acaba de ganar gran visibilidad global "en sólo unas horas" gracias a su condecoración este viernes con el Nobel de la Paz.

El Presidente de la Marcha Global contra la Explotación Infantil siente que con su elección el Comité del Nobel ha hecho su "mayor reconocimiento a los niños más desfavorecidos, desatendidos y explotados de la tierra", dijo en una entrevista.

El ansia por ayudar a estos menores nació en el interior de Satyarthi cuando sólo tenía "cuatro o cinco años" y veía, de camino al colegio, como otros niños se iban a trabajar, según recordó en la sede en Nueva Delhi de su ONG Bachpan Bachao Andolan (Movimiento para Salvar la Infancia).

"No sabía qué hacer ni cómo hacerlo, porque (por aquel entonces) el empleo infantil no era un problema ni en mi país ni en ningún otro lugar del mundo", indicó.

Por ello, el futuro Nobel de la Paz tuvo que aprender de su propia experiencia, algo que le resultó "muy duro" al no tener "nada ni a nadie" que le marcase el camino a seguir.

Satyarthi calcula que en la India hay unos 50 millones de niños trabajadores, lo que la convierte en la nación del mundo con mayor incidencia de explotación infantil, un problema que a lo largo del globo afecta a 168 millones de niños.

Consciente de ello, este activista social de formas "gandhianas" advierte de que si bien este asunto representa un "grave problema" para la India, detrás de él existen "muchas dimensiones globales y razones metódicas".

Insiste en que el gigante asiático "ha de trabajar más duro", pero se muestra optimista al asegurar que al menos su Nobel servirá para que la industria corporativa comprenda que el trabajo infantil "no puede continuar siendo un problema invisible".

Las cifras también parecen esperanzadores, ya que cuando Satyarthi comenzó su lucha hace dos décadas había en el mundo unos 250 millones de menores afectados, mientras que en la actualidad se han reducido en 82 millones.

El defensor de la infancia indio compartió el galardón con la joven paquistaní Malala Yousafzai, a la que "quiere" y considera como "una hermana pequeña o una hija".

Al conceder el premio a un indio y una paquistaní, el comité del Nobel pretendió acercar a estas dos potencias nucleares enfrentadas desde hace décadas por la región de Cachemira, dividida entre ambos países.

De hecho, el anuncio de los laureados llegó en medio de una de las mayores violaciones al alto al fuego acordado en 2003 entre estas naciones, en la que más de 20 civiles murieron a ambos lados de la frontera.

El activista nacido en el estado indio de Madhya Pradesh cree que "las tensiones, la violencia, las confusiones y dudas" que caracterizan la relación de su país con su "vecino más cercano" es un asunto primordial.

Por ello, cuando hoy se puso al teléfono con Malala le trasladó su interés por encontrar formas entre los dos para aumentar la concienciación en contra de la violencia en la zona.

"Es muy importante para los dos trabajar codo con codo, por eso la he invitado a aunar esfuerzos por la paz en nuestra región", indicó con decisión.

Tras haber sido nominado al Nobel ocho veces sin conseguir llevárselo a casa, la concesión fue para él "una gran sorpresa", de la que se enteró a través de los medios de comunicación.

Ataviado con un traje tradicional indio y una gran sonrisa de satisfacción, Satyarthi no paró de recibir visitas de periodistas, compañeros y niños rescatados en la oficina delhí de Bachpan Bachao Andolan desde que se dio a conocer la noticia.

Al fin y al cabo es "su gente, los niños y los padres" los que le han otorgado un tremendo "poder de conocimiento, entendimiento y aprendizaje" en una lucha que ya ha extendido a más de 140 países alrededor del globo.