El astrónomo del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) Jorge Casares, que hace veinte años identificó el objeto que fue reconocido como el primer agujero negro confirmado, asegura que el reto es descubrir algunos de los diez mil agujeros negros hibernantes que se supone que hay en la Vía Láctea.

Un agujero negro se produce cuando una estrella muy masiva explota en una supernova al final de su vida y en ese proceso expulsa las capas externas, mientras que el núcleo se comprime a un tamaño muy pequeño y con una densidad muy alta.

El resultado de esa explosión también puede ser una estrella de neutrones, pero estas tienen masas que no pueden superar tres veces la masa del Sol.

Para masas mayores, el núcleo de la supernova colapsa dentro de un radio "crítico" con un poder gravitatorio "enorme" y del que no pueden escapar ni la materia ni la radiación. Así se forman los agujeros negros de masa estelar.

El primer agujero negro confirmado fue observado por Casares con el telescopio William Herchel del Observatorio del Roque de los Muchachos (La Palma) mientras realizaba su tesis doctoral.

El ritmo de descubrimientos de agujeros negros es muy bajo porque es preciso esperar a que entren en erupción algunos de los numerosos agujeros negros hibernantes que hay en la Galaxia.

Por eso el reto es descubrir nuevos agujeros negros en quietud o hibernantes, antes de que entren en erupción, para lo cual se desarrollan diversas técnicas, señaló Jorge Casares. Hasta el momento sólo se han detectado dieciocho agujeros negros en la Vía Láctea, dos en la Nube Grande de Magallanes y otro en la galaxia M33.