Una treintena de tripulantes de ocho nacionalidades distintas se embarcan hoy en el "Arctic Sunrise" de Greenpeace para denunciar los daños que provoca la pesca de arrastre en las profundidades marinas y en los caladeros.

Durante ocho días de navegación por el océano Atlántico, la organización ecologista pedirá al Gobierno español y a la Comisión Europea que "dejen de subvencionar los barcos de arrastre de profundidad" y apoyen la pesca artesanal, un arte sostenible con el medio ambiente.

La responsable de la campaña de Océanos de Greenpeace, Celia Ojeda, ha declarado a EFEVerde que uno de los objetivos es "ayudar a la Comisión Europea a identificar la sobreexplotación pesquera", uno de los principales problemas de los mares.

"España debería proteger los océanos y la pesca de bajura por ser más sostenible con el medio marino, lo que garantizaría el empleo de los pescadores y mariscadores en el futuro".

Para Ojeda, la pesca artesanal, que en España constituye el 80% de la flota pesquera y casi el 30% de los empleos en la mar, es la gran olvidada a la hora de repartir las ayudas económicas.

Greenpeace denuncia que las redes de arrastre, grandes redes cónicas con una abertura que alcanza el tamaño de un campo de fútbol, constituyen la mayor amenaza para la biodiversidad, ya que entre el 30% y el 60% de lo que se captura no es el objetivo y se tiran por la borda.

El Artic Sunrise, atracado antes de su partida en el muelle de transatlánticos de A Coruña (Galicia), fue en sus comienzos un barco pesquero de focas adquirido por la organización en el año 1995 y botado un año después para incorporarse a una campaña que recorrió las instalaciones petrolíferas en el Mar del Norte.

Actualmente, el barco, a las órdenes de Peter Wilcox, capitán del Rainbow Warrior I cuando fue hundido en 1985 por los servicios secretos de Francia, consta de una tripulación formada por ingenieros, marineros, voluntarios, periodistas, miembros de Greenpeace y un cocinero.