Portando a hombros la cruz de madera que Juan Pablo II entregó a los jóvenes en 1984 para que la llevaran por el mundo, cientos de miles de jóvenes de 193 países participaron ayer en Madrid en el Via Crucis de la JMJ, durante el cual se rezó por los que sufren violencias y abusos sexuales.

La cruz fue llevada en cada estación por un grupo de diez jóvenes de otros tantos países donde la Iglesia sufre, bien por persecuciones, calamidades naturales, casos de pederastia, crisis económicas y otras causas.

Desafiando al fuerte calor reinante, el pontífice, de 84 años, presidió toda la celebración, la primera vez que lo hace, y al final del rito exhortó a los jóvenes -más de 600.000, según fuentes de la organización- a "no pasar de largo ante el sufrimiento", a la vez que les aseguró que la cruz no es el desenlace de un fracaso.

Benedicto XVI exhortó a los jóvenes a estar cerca de los menos favorecidos y les pidió que "no pasen de largo ante el sufrimiento humano, donde Dios os espera para que entreguéis lo mejor de vosotros mismos: vuestra capacidad de amar y de compadecer".

El pontífice agrego que la pasión de Cristo impulsa a sus seguidores a cargar sobre los hombros el sufrimiento del mundo, "con la certeza de que Dios no es alguien distante o lejano del hombre y sus vicisitudes".

El Via Crucis transcurrió desde la plaza de Colón hasta la de Cibeles a través del paseo de Recoletos, en el centro de Madrid.

La Cruz de los Jóvenes fue en procesión durante todo el Via Crucis, llevada en cada estación por un grupo de diez jóvenes de otros tantos países, entre ellos España, Tierra Santa, Egipto, India, Irak, Brasil, Italia, Albania, Ruanda, Burundi, Francia, Jordania, Haití y Japón. Con la presencia de los jóvenes españoles se quiso recordar el terremoto que azotó a la ciudad sureña de Lorca, que causó nueve muertos. Uno de los momentos más emocionantes fue la saeta cantada en la Octava Estación del Via Crucis: La Verónica enjuga el rostro a Jesús, representado por el trono de "La Verónica", de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de las Misericordias, María Santísima de la Candelaria y Santa Mujer, de Jerez de la Frontera (Cádiz). La música sacra de distintos autores fue un elemento importante en el acto y fomentó el recogimiento.

Cada una de las estaciones, cuyas meditaciones fueron escritas por las Hermanas de la Cruz, de Sevilla, estuvo representada por un "paso", obras de arte de la imaginería española de los últimos cuatro siglos, que salen en procesión durante la Semana Santa de Andalucía, Castilla, Madrid, Murcia y Valencia.

Entre las imágenes de incalculable valor se encuentra "La Ultima Cena", obra de Francisco Salzillo de 1763; "Cristo de Medinaceli" del siglo XVI; "La Quinta Angustia", de Gregorio Fernández, de 1625; "Cristo Yacente", también de Fernández, del siglo XVII y la Virgen de Regla, de Sevilla, de Luisa Roldán, del siglo XVII.

Al final del Via Crucis, todos los pasos, acompañados cada uno de dos bandas de música, siguieron hasta la Puerta del Sol, en una sugestiva procesión que estaba previsto que se prolongará hasta las cuatro de la pasada madrugada.