Los expedicionarios de la Ruta Quetzal BBVA disfrutaron este lunes de un reparador baño bajo los gélidos chorros de agua de la Catarata de Gocta, considerada la tercera más alta del mundo, tras una dura caminata por la selva amazónica peruana, que se prolongó durante diez horas.

Los jóvenes ruteros partieron a primera hora de la mañana de la localidad de San Pablo Valera en dirección al primero de los dos saltos de agua de la catarata, de 771 metros de altura, que fue descubierta hace tan sólo cinco años por el alemán Stefan Ziemendorff.

El cansancio acumulado a lo largo de los doce días en los que la expedición ha recorrido la costa norte de Perú comenzó a pasar factura durante el recorrido a los chicos y chicas de la Ruta.

Alguno de ellos tuvieron que ser atendidos de fuertes dolores musculares y esguinces, en el primer tramo del ascenso, por los médicos y enfermeras que les acompañan en el viaje.

Las laderas despejadas de las primeras montañas dieron paso poco después a una frondosa selva, en la que los expedicionarios se encontraron con orquídeas gigantes, restos de antiguas construcciones de la Cultura Chachapoyas, e incluso restos óseos de los antiguos moradores de la zona.

Por el camino, los ruteros se ayudaban unos a otros y comentaban su experiencia en Perú.

"Pertenecer a la Ruta es lo que siempre he querido. La seguía todos los años por televisión desde que era niña; por eso no importa lo cansada que esté, ni lo que me cueste llegar hasta la catarata. Estoy cumpliendo un sueño", señaló la chilena Carolina Andrea Serrano.

Al nicaragüense Yacer Josué Ramírez, que realizó todo el recorrido con una dolorosa herida en uno de los dedos de su pie izquierdo, se le caían las lágrimas cada vez que daba un paso, apoyado en un palo a modo de bastón, sobre todo en la parte más inclinada del descenso hasta el segundo salto de agua.

En la laguna sobre la que caen con fuerza los chorros de agua de la Catarata de Gocta, los ruteros se dieron un merecido y reparador baño antes de enfrentarse de nuevo al duro ascenso hasta la localidad de Cocachimba, punto final de la caminata.

Con trajes de baño, vestidos o en ropa interior, experimentaron la increíble sensación de nadar bajo la impresionante cascada y se maravillaron ante la belleza natural del entorno.

Los cánticos y gritos de alegría por haber alcanzado su meta se dejaron oír durante un largo rato por encima del ruido del agua al caer.

Una vez secos, tras la relajante ducha gigante, la expedición emprendió regreso hasta el campamento.

Quedaban pocas horas de luz y mucho camino por recorrer todavía, por lo que se hizo necesario acelerar el ritmo y evitar pararse cada cierto tiempo a descansar.

En la parte más inclinada del ascenso, con sus cantimploras vacías y sin comida en el estómago, varios jóvenes se sintieron enfermos e incapaces de seguir caminando.

Tras ser revisados por los médicos se decidió buscar un plan alternativo para evacuarlos, teniendo en cuenta la escasa accesibilidad al lugar donde se encontraban.

El jefe de campamento, Jesús Luna, y los monitores solicitaron entonces ayuda a los habitantes de las localidades vecinas, que acudieron rápidamente al lugar con sus caballos y mulas.

De esa manera se consiguió evacuar a los chicos y chicas más agotados y transportar sus mochilas hasta la localidad de Cocachimba, donde los lugareños les esperaban con una apetitosa cena.

Después, la expedición se dirigió en autobús hasta la ciudad de Chachapoyas, donde hoy podrán descansar recorriendo sus calles y aprendiendo las técnicas alfareras de la zona.

La XXVI edición de la Ruta Quetzal BBVA afronta sus últimos días en Perú, país en el que han descubierto las culturas Moche, Chimú y Chachapoyas, siguiendo los pasos del religioso español Baltasar Martínez Compañón, obispo de Trujillo.

Este jueves viajarán a Lima para volar un día después a España e iniciar allí la segunda parte de su aventura.