Los sueños, la conciencia política, la situación económica, el carácter insular e incluso los amores y desamores de los canarios se cuentan en una nueva exposición que versa sobre el barco de vapor que conectó las siete islas y África durante principios del siglo XX.

"Un barco un destino" se llama la muestra que aborda la historia de Canarias desde la cubierta del buque Correílo La Palma, único barco que se conserva de los seis vapores interinsulares que surcaban las aguas atlánticas con la función de mitigar las necesidades de una población aislada por el medio geográfico.

Así reza en los paneles de esta exposición inaugurada hoy por el presidente del Cabildo de Tenerife, Ricardo Melchior, y ubicada en la antigua estación del jet-foil de la capital tinerfeña, donde a partir de mapas, cartas navegación, maquetas, fotografías y carteles se narra también la importancia del archipiélago en el mundo.

La muestra dedica un espacio a destacar la carrera colonial de la década de 1880 que provocó que Canarias asumiera su papel geoestratégico, lo que se materializó en el desarrollo portuario de Santa Cruz y, sobre todo, de Las Palmas.

Los llamados correíllos realizaban trayectos entre islas pero con varias escalas en puertos locales, lo que, sumado a sus motores de vapor de triple expansión, hacía que, por ejemplo, el trayecto entre Tenerife y La Palma se cubriera en más de doce horas.

"El Correílo La Palma es más que un barco, es un retazo de nuestra sustanciosa historia y símbolo de una época concreta, aquella que rompió con siglos de incomunicación entre las islas", explica el comisario de la exposición, José Padrino.

El escritor majorero Andrés Rodríguez apoya esta idea en su relato publicado en la revista "Pellagofio", en el que cuenta sus idas y venidas de Fuerteventura a Tenerife para hacer milicias universitarias.

Cuenta que el barco se llenaba y muchos no pagan: "había quien tiraba a tierra el resguardo de su pasaje dentro de una caja de cigarrillos, lo cogíamos y subíamos a bordo", detalla.

Nerviosa, la profesora superior de canto Concha Lacoste se subió al barco León y Castillo -uno de los seis correíllos que operaban entre las islas- con 15 años y se trataba de la primera vez que se separaba de su familia.

Más allá de su importancia sentimental, este buque cobra importancia por ser el único en España, y de los pocos en el mundo, representativo de la construcción naval de principios del siglo XX.

Su andadura marítima se inició en 1912, el mismo año de la botadura y hundimiento del Titanic, mítico barco con el que también guarda otras similitudes como su lugar de construcción en el Reino Unido, su proa recta, popa curvada y su elegante casco pintado de negro.

Después de haber sido comprado por un millón y medio de pesetas en 1976 en una subasta por el empresario Jurgen Flick y olvidado por un largo periodo de tiempo, el buque lo recuperó el Cabildo de Tenerife diez años más tarde.

A partir de esa fecha, se ha abierto un nuevo periodo en la historia de este barco, cuyo destino, al igual que el resto de correíllos canarios, parecía que estaba en el desguace.

La imagen que hoy presenta este buque, atracado en el puerto tinerfeño, pone de manifiesto los esfuerzos de los cabildos de Fuerteventura, El Hierro, La Gomera y Tenerife -que hasta la fecha han invertido cuatro millones de euros- por mantener este símbolo del patrimonio canario.