"TODOS tenemos nuestra casa, que es el hogar privado, y la ciudad, que es el hogar público", nos recuerda Tierno Galván, un gran hombre que fue alcalde de Madrid. Es decir, Santa Cruz de Tenerife y nuestra isla misma entendidas y sentidas como nuestra amada casa común. Concienciarse de esto es básico para el desarrollo del civismo y de una adecuada formación de nuestros jóvenes. Para mí, esta nuestra tierra, tan pródiga y hermosa, cual alma máter, donde vieron la luz primera mi mujer, mis hijos y mi alma, es sagrada. Es este sentir como una esencia, una "miel" de los más de 40 años afortunados de mi vida aquí, en el perenne agradecimiento, también, a mi gente, a la que tanto debo. Somos parte de lo que amamos, y el que ama comprende. Me duele mi isla, sobre todo ahora, en esta crisis que nos afecta a todos, más o menos, en Canarias particularmente, que exige como apropiada, justa e inteligente respuesta que, cuales hermanos que somos, dejemos de actuar como tiros y troyanos, que estemos unidos como una piña, formando un frente común en esta guerra a la crisis, aunando ideas, esfuerzos y recursos bajo la bandera del bien común: "La verdad y la ley supremas" (Cicerón). El bien, sobre todo, de nuestros hijos y nietos, hacia los cuales, como padres, tenemos la responsabilidad de darles una ciudad y un mundo mejores. "Las fuerzas que se asocian para el bien no se suman, se multiplican". "No hay mejor prueba del progreso de la civilización que el del poder de la cooperación". El conocimiento lleva a la unidad. Desde nuestra leal, noble, invicta y muy benéfica ciudad de Santa Cruz, desde la obligación del mantenimiento de ese legado y desde el patrimonio excelso de los valores éticos y morales que fundamentan la humanidad -consustanciales a ella, de todos modos-, como tinerfeño y canario, elevo alta la consigna: ¡bien común en nuestra casa común! Recuerdo un artículo mío en estas también hospitalarias páginas: "Fraternidad, unión, solidaridad". El pasado es el prólogo: esa fraternidad ejemplar que nuestra gente abanderaba en los tiempos difíciles y que no se ha perdido.

Colaboremos con Cáritas, Cruz Roja, Aldeas Infantiles, etc., comprando "pedacitos de cielo", como decía D. Antonio, del Hogar Santa Rita, aportando nuestro granito de arena para elevar, juntos, un Teide de benéfica nobleza. Estamos hartos, no podemos ya permitir tantos enfrentamientos, pleitos interminables, corrupción, despilfarro del dinero público en muchas de nuestras más que sobradas administraciones, porque al final nosotros, el pueblo soberano, somos los perjudicados, ellos siguen cobrando sus cuantiosos sueldos. "Así como la lluvia penetra en una casa mal techada, la codicia se apodera de una mente y una conciencia no desarrolladas", dice un maestro. Estamos en un nuevo milenio -nosotros creíamos en una nueva era y en un nuevo hombre-, es hora de sobra de recurrir, bien predispuestos, a la tolerancia, al diálogo, para alcanzar el consenso, el acuerdo, la paz en definitiva. ¡Qué bonito es llevarse bien! Es lo que procuro precisamente. La vida es demasiado breve, y nuestra isla demasiado pequeña para convertirla en un "campo de batalla". "Politiké techné": el origen griego de política, o sea, la técnica, el arte de gobernar la ciudad (polis), precisamente. Más allá de la participación ciudadana prima la exigencia de una política entendida como servicio al bien común, al interés general, sentida como vocación, entrega y dedicación al pueblo soberano: todo un privilegio, con una consiguiente gestión eficaz, austera y transparente de la "cosa pública", es decir, de nuestro dinero. Una política que se vuelva poli-ética, como ya he escrito.

Nosotros, los chicharreros de corazón, queremos lo mejor para Santa Cruz, por encima de nuestro consiguiente beneficio. De cara a las próximas elecciones municipales, queremos que nuestro primer ciudadano sea noble y leal, una persona íntegra -su signo político no importa-, que sea por lo tanto digno reflejo de su tierra, de su ciudad, para devolvernos, con un renovado espíritu, la ilusión y la confianza en el reto común que nos une de un "Santa Cruz para vivir", con toda su entrañable belleza, su encanto y sus atractivos, donde la calidad de vida y la convivencia sean las que bien merecemos. También, para aprovechar al máximo -estamos de acuerdo- su/nuestra potencialidad turística -con La Laguna podríamos formar un fantástico conjunto-, hoy tan vital, de cara sobre todo a los lujosos cruceros que siempre nos visitan, cada vez más. Santa Cruz debe ser toda una perla del Atlántico, una meta obligada, "noblesse oblige", con el broche de oro de su Carnaval y su relativo museo, su Palmétum, con su marina y su puerto -ciudad como el viejo y antiguo de Barcelona y Génova-, ya propuesto por mí, para recuperar nuestra mar, ahora vergonzosamente perdida. El muelle de Ribera, como propone Ignacio González, frente a la Avenida de Anaga y a los cruceros, bien se presta para que no tenga que ir a pasear a Las Caletillas.

Queremos que nuestro querido hogar luzca unas Teresitas, la mejor playa urbana de Europa -omito comentarios sobre su actual estado-, con Las Gaviotas, de arena negra, y arriba el mirador de Los Órganos, como el herreño de La Peña y, dulcis en fundo, la joya de Anaga, convertida en una Reserva de la Biosfera, también por el bien de sus habitantes, con su Reserva Marina, hoy tan vital, y tantos otros ilusionantes proyectos para nuestro disfrute, que nos beneficien y garanticen, sobre todo, un futuro para nuestros hijos, que me hagan exultar de orgullo: ¡yo, ciudadano de Santa Cruz! Con nuestros ejemplares talento, creatividad, fantasía, arte, etc. hemos realizado uno de los mejores Carnavales del mundo. Hagamos lo mismo con nuestra ciudad, que es también nuestra representación. Porque querer significa poder, porque juntos podemos. En el espíritu de la Navidad: paz y bien, ¡hermanos!