El campo Pañacocha no es, para el Gobierno de Ecuador, una zona de extracción de crudo más en su verde Amazonía, sino un proyecto que intenta evitar la delgada línea que separa a esa industria de la contaminación ambiental.

Situado en la provincia de Sucumbíos, en el norte de la Amazonía del país y fronteriza con Colombia, Pañacocha pretende convertirse en el punto de inicio de la "nueva era petrolera" del país, ligada a la protección ambiental y a la responsabilidad social.

Y no es para menos, si se considera que el campo se ubica en una especie de frontera donde confluyen dos parques nacionales, el Cuyabeno y el Yasuní, considerados como grandes reservas de biosfera y hábitat de ancestrales etnias amazónicas, algunas de ellas en aislamiento voluntario.

Por ello, el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, inauguró el campo petrolero el pasado jueves, con el compromiso de que ése, su primer proyecto de envergadura, sea un ejemplo de manejo responsable con el ambiente y la sociedad.

Incluso le ha colocado el cartel de insignia de su "revolución ciudadana", porque pretende que una parte de la renta (12 por ciento) que genere se quede en las comunidades aledañas, las cuales sólo han visto pasar el crudo a través de oleoductos que brotan de la selva.

También porque supone un "buen negocio", ya que su operación ha sido financiada con recursos propios del Estado, luego de décadas de lo que él ha calificado como "desidia" de gobiernos anteriores.

El Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) prestó 165 millones de dólares para la operación, una medida en su momento criticada por la oposición, pero que dada la tasa de retorno del 125 por ciento ahora aparece como una alternativa de inversión para la caja de trabajadores y jubilados.

El campo, que tiene tres estaciones de extracción (A, B y C), no dispone de las molestas torres o mecheros por los que, en otras partes, se quema el gas que se obtiene con el crudo. Tampoco se observan desde el aire los caminos que llegan a ellas, porque uno de los principios ha sido que el bosque no pierda el íntimo contacto de sus copas, hábitat de muchas especies de fauna. A Pañacocha sólo se puede llegar en helicóptero o por el río, lo que minimiza su impacto sobre la selva.

Para Daniel Andrade, responsable de Pañacocha, todo ello es una nueva forma de entender a la industria petrolera con el cuidado del ambiente, pero lo que más le llena de orgullo es que ha sido realizado "por ecuatorianos, por mano de obra nacional".

Asimismo, consideró un éxito el que el campo haya empezado a producir antes de lo previsto, con unos 11.000 barriles diarios de crudo, que el próximo año llegará a los 25.000.

Incluso, las reservas de 42 millones de barriles de crudo en el campo Pañacocha podrían aumentar después de nuevos estudios que ha emprendido la empresa estatal Petroamazonas.

El gerente de esa compañía, Osvaldo Madrid, sostiene que el campo es un ejemplo del uso de tecnología amigable con el ambiente y de la incorporación de iniciativas innovadoras.