¿Alguna vez le ha llegado la letra de un préstamo que nunca ha pedido? ¿La factura de un teléfono móvil que no ha comprado? ¿Ha descubierto que alguien ha difundido a su nombre fotos comprometidas por Internet? Si la respuesta es afirmativa, no lo dude: Ha sido víctima de un robo de identidad.

Sufrir una suplantación de identidad es algo más común de lo que parece y le puede ocurrir a cualquiera, no hace falta ser millonario ni navegar de forma descuidada por Internet.

Basta con que alguien con malas intenciones tenga acceso a su nombre, DNI o e-mail, conozca el número de su tarjeta de crédito o haya accedido a su perfil de Facebook.

Datos personales que, por ejemplo, figuran en las cartas que se acumulan en su buzón, que circulan alegremente por las redes sociales o que alguna vez ha facilitado a un desconocido en una encuesta callejera, para un sorteo o en una recogida de firmas.

Lo peor de todo es que cuando uno se da cuenta de que le han robado sus datos personales a menudo es demasiado tarde.

Según estadísticas de la empresa de seguros CPP, los españoles tardan más de un año en descubrir que alguien utiliza su identidad a sus espaldas y suele ser cuando le avisan de que ya está en un fichero de morosos o comprueba con estupor que en su cuenta bancaria hay cargos de origen desconocido.

Aunque parezca mentira, más del 60 por ciento de los usuarios no comprueba los extractos del banco y casi la mitad lleva apuntado el número secreto de la tarjeta en algún lugar de la cartera o utiliza claves tan obvias como la fecha de nacimiento o el consabido 1-2-3-4.

No acaba ahí la cosa, porque un 57 por ciento de los españoles reconoce que en alguna ocasión ha revelado por teléfono información personal a desconocidos, que llaman a casa para vender cualquier cosa.

Lo más habitual es informar sólo del nombre y de los apellidos -un 45 por ciento-, aunque también los hay que dan la dirección -25 por ciento-, la fecha de nacimiento -23,4 por ciento- y hasta el número de DNI, aportado en alguna ocasión por un 21 por ciento de consultados.

"La gente piensa que el peligro está en Internet, pero eso es sólo la punta del iceberg", asegura el jefe del Grupo de Delitos Tecnológicos de la Jefatura Superior de Policía de Madrid, Manuel Alcaide, que alerta de que un buzón -en apariencia inofensivo- puede ser una mina de información sensible.

Alcaide recomienda vaciar los bolsos y carteras de cosas innecesarias -basta un documento de identidad y una tarjeta- porque, en caso de robo, los ladrones se hacen con un retrato completo de la persona.

En el caso de que nos roben la documentación, además de denunciarlo inmediatamente a la Policía, es conveniente notificarlo al fichero Veraz-Persus que gestiona la Asociación Nacional de Establecimientos Financieros de Crédito (Asnef) para que, en caso de que alguien intente, por ejemplo, pedir un crédito a nuestro nombre, el banco extreme las cautelas al comprobar la identidad del titular.

Tampoco se pueden arrojar a la basura los extractos bancarios, o deshacernos de ordenadores viejos sin destruir antes el disco duro que, en muchas ocasiones, contiene documentos personales, contraseñas y hasta fotografías íntimas, que nunca se sabe dónde pueden acabar.

No en vano, en el mercado negro se pueden comprar datos personales de un perfil de Facebook o MySpace por poco más de un euro, los detalles de una tarjeta de crédito por unos 30 y datos bancarios de un cliente al precio de 44 euros.

Por apenas 6 euros, cualquiera se puede hacer con un listado de 30.000 direcciones de correo electrónico para enviar spam y todo ello, a un golpe de clic.

En el mundo físico, como en el virtual, "lo mejor es aplicar el sentido común", subraya el responsable de la Policía Nacional que aconseja que en Internet se utilicen claves complejas, que se cambien de vez en cuando y que, por supuesto, no se utilice siempre la misma contraseña para todo.

Nunca se deben descargar archivos de sitios extraños, en el perfil de las redes sociales siempre es preferible un avatar y no una imagen real y jamás se deben subir a la Red fotografías de las que más tarde "nos podamos arrepentir".

"Cualquiera puede copiar una foto de nuestro perfil y colocarla después con nuestro nombre en una página de contactos", asegura Manuel Alcaide, que no duda de que las redes sociales pueden ser seguras: "todo depende del uso que hagamos de ellas".