Hoy se celebra el Día de la Madre que tanto anuncian los centros comerciales. Tras esos eslóganes que te invitan a decirle que la quieres con un objeto caro se esconde el milagro de la vida y la maternidad. Un concepto que ha cambiado mucho en los últimos años desde el punto de vista social e incluso biológico.

Las dificultades del mercado laboral obligan a las mujeres a postergar su maternidad, pero el avance de las técnicas de fertilización les permite acceder a ella sin problemas aparentes.

"Nosotros consideramos que la edad ideal es hasta 26 años y a partir de 33 ya se considera que hay añosidad", explica Felipe Martín Casañas, jefe de servicio de Ginecología en el Hospital de La Candelaria.

El Servicio Canario de Salud realizó el seguimiento de 16.725 embarazos durante 2009 en Canarias y el número de partos en el hospital de La Candelaria fue de 3.455 en 2009, 77 de ellos gemelares.

No obstante, aunque son muchos los niños que nacen en los hospitales, la cifra ha descendido significativamente. "Ahora están en once o quince partos al día y cuando yo llegué aquí, en la época del baby boom, había 25 o 30 diarios", dice Casañas.

La maternidad, como ya hemos dicho, está sujeta también a los cambios sociales, aunque tal vez el que marcó el punto de inflexión más importante fue "la legalización de los anticonceptivos orales" a principios de los 70. "A partir de ese momento permitió que las mujeres se desarrollaran a nivel social, dentro del mercado laboral, dentro de la universidad...", detalla.

El segundo gran cambio que se produjo en la misma época, cuando se inician unos conocimientos sobre el feto porque hasta ese momento "se sabía lo que había ocurrido cuando el bebé salía". "Existía una barrera tanto de conocimientos como de método de diagnóstico entre la madre y el feto", detalló.

Esta barrera pudo salvarse con facilidad cuando se iniciaron las mejoras en los métodos de diagnóstico por la imagen, de control cardiotopográfico, de conocimiento de la oxigenación y la respiración fetal... Todos ellos sirven para "avisar" al médico de que algo va mal y actuar antes de que haga daño al niño.

"Podíamos ver la intensidad y la coordinación de las contracciones uterinas en relación con la frecuencia cardíaca fetal", algo hasta entones insospechado, dice este ginecólogo.

El tercer gran avance de esa época son "en la anestesia y en los antibióticos".

En resumen, los facultativos se encontraron con que podían reconocer "cualquier tipo de problema que pueda tener el feto intraútero" y tenían "más capacidad para la extracción vía cesárea porque el peligro se había minimizado".

También cambiaron las largas horas de dolores de las madres: "teníamos la anestesia epidural", con lo que "esas largas horas de dolores que estaban impresas en la mente de todas las mujeres para el momento del parto, desaparecen".

El cuarto son los grandes avances en neonatología. Los niños prematuros, que cada vez son más, cada tienen menos problemas para sobrevivir y menos secuelas.

Prematuro es cualquier parto que tiene lugar antes del término de la edad gestacional, es decir, antes de 37 semanas.

"No todos los recién nacidos prematuros o pretérminos tienen la misma mortalidad o morbilidad", explica Santiago López, jefe de la unidad de Neonatología del hospital de La Candelaria.

"El porcentaje de prematuros que no sobreviven (mortalidad) y el porcentaje de prematuros que sufren complicaciones (morbilidad) como consecuencia de su nacimiento antes del término, es decir, antes de la 37 semanas de gestación está en relación inversa con la edad gestacional", detalla. Así, "cuanto menor es la edad gestacional mayor es el número de complicaciones que pueden tener estos bebés y menor el número de supervivientes".

Menos complicaciones

Sin embargo, los avances tecnológicos que ya mencionábamos "han hecho posible el aumento de la supervivencia de estos niños sin que haya habido un aumento paralelo en el número de complicaciones". Además, el progreso en el conocimiento de los problemas de la prematuridad ha significado también el mejor manejo para evitarlos", sentencia este experto.

El hospital de La Candelaria, donde se ha realizado este reportaje, dispone desde 2009 de una nueva Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales ubicada en la tercera planta, próxima al área de paritorios y quirófanos de maternidad.

Esta Unidad está constituida por once camas (incubadoras o cunas) y cada una de ellas está provista de la dotación tecnológica más moderna para la atención de los recién nacidos de cualquier edad gestacional y con cualquier patología ("exceptuando cirugía cardiaca y ECMO", matiza el doctor López).

"No solamente hemos procurado proveerla de la última tecnología -dice-, sino que hemos tratado de adecuarla a otras inquietudes no menos importantes, como la presencia de los padres, y a la comodidad y necesidades del recién nacido, cuidando la luz, los ruidos, el contacto con los padres, la privacidad en la medida de lo posible".

La sanidad pública despierta así su lado más humano intentando "en definitiva acercar más la familia al bebé para que se sienta partícipe de los cuidados que se prestan a su hijo". En especial cuando se trata de "aquellos más pequeños que permanecerán en la UCIN mucho tiempo".

Pero ésta no es la única veta de ternura que encontramos tras los fríos muros del hospital. "Hay que considerar a cada mujer embarazada única porque lo es", afirma Felipe Martín Casañas.

De esta forma, aclara que el personal del hospital de La Candelaria se rige por dos principios básicos: "No se va a hacer nada sin consentimiento de la paciente y el único punto de fricción es que si esa actuación va a repercutir en el bienestar del feto".

Si de alguna forma perjudicara al bebé, los médicos se inclinan por su seguridad. "Si el embarazo es normal, que tiene unas medidas pélvicas y vemos que no hay ningún problema se puede hacer mucho menos intervencionismo que no en los casos que veamos que es diabética, hipertensa, que ha tenido un problema de infección, que la evolución del control haya visto algo o que llegue el momento del parto" y los médicos vean que hay que echarle una mano a la madre naturaleza por que no todo discurre como debería.

La medicina y la humanidad van hacia un embarazo y parto cada vez menos intervencionista, más natural. Tal vez como reacción a una fase en la que el médico intervenía mucho "para observar", maravillado por las posibilidades que le brindaban los avances tecnológicos y como reivindicación de las madres que quieren tomar las riendas de su maternidad.

Mirar significa entonces "enema, sondajes y monitorización", aclara el jefe de servicio de Ginecología. "Teníamos a la mujer todo el tiempo en una cama porque teníamos el monitor", detalla. Ese estatismo "ahora no es necesario porque se puede controlar la frecuencia cardíaca" de una manera menos intervencionista "si no hay una patología previa que nos indique que la vigilancia tenga que ser más intensa".

Un proceso biológico

El despliegue médico que acompañó al boom tecnológico provocó una reacción en contra de muchas mujeres e incluso médicos que se dieron cuenta de que se estaba medicalizando el embarazo y el parto, dos hechos que no son una enfermedad si no un proceso biológico normal.

"Se trataba el paritorio como un quirófano y se decidió métodos de participación de su pareja directa al lado", menciona López Casañas, quien opina que "como todo en esta vida" el secreto está en alcanzar el equilibrio entre la intervención médica y la naturalidad y felicidad de este hecho.

También existen los casos contrarios. Mujeres que piden desde el principio que se les practique una cesárea. "Muchas por miedo, por no querer sufrir dolores y otras incluso por estética", dice el ginecólogo, que añade que después de un parto el suelo pélvico cambia de aspecto.

Esta cesárea "a demanda" es un fenómeno nuevo que "está muy discutido". "Nunca había ocurrido y estamos intentando coordinar la ciencia médica con la obstétrica y los deseos de las pacientes", explica.

Martín Casañas detalla que una cesárea consiste en "cortar el útero para sacar el bebé a través del él". "La mujer tiene una parte del útero que es muy pequeña y gruesa que se llama istmo y separa el cuello del resto del útero. El niño está en el resto del útero. Ese istmo a lo largo del embarazo, y sobre todo al final, se va alargando y adelgazando", concreta. "Después", continúa con su explicación, "se va a unir, cuando el cuello se borra, con la vagina". Se transforma así en "un tobogán" por el que "se desplaza el feto"

Si las cosas no marchan bien, el ginecólogo corta por ese istmo para sacar al feto, concluye su explicación de la cesárea.

Gracias a todos estos avances la mortalidad maternal ha caído en picado, aunque hay matizar que este descenso sólo se ha producido en los países desarrollados. En el resto del mundo, las madres siguen falleciendo durante el parto o horas después. Es el alto precio que tienen que pagar por regalarles la vida a sus hijos.