PESE A QUE la nostalgia me dicta rebuscar en el armario de la memoria, lo cierto es que hemos comenzado a discurrir de nuevo por la Navidad. Ese tiempo en que la vida se detiene un poco, al menos en los países tradicionalmente católicos, para dar rienda suelta a los sentimientos más íntimos, un tanto aletargados el resto del año por la inmediatez de las noticias de un mundo en continuo movimiento.

Por curiosa contradicción, el jamón, claro objeto de deseo de los menos pudientes, se presenta ahora más asequible que otros años, y simboliza una concesión al paladar de un pueblo que antaño lo veía como un patrimonio exclusivo de los ricos. Pero no nos engañemos, porque todo ello no es sino el fruto de una recesión galopante que ha dado al traste con la economía de todos de forma mayoritaria, con las excepciones de siempre, que seguirán siendo un poco menos ricos, pero ricos al fin y al cabo.

Pero como me consta que estos altibajos suelen ocurrir a lo largo de la vida de un mortal, confío en la capacidad de superación de los canarios y en la inventiva para recuperar nuestras costumbres alimentarias, un tanto más frugales, pero mucho más auténticas que el langostino congelado y el pavo relleno listo para el horno.

Desempolvar las recetas artesanales de nuestras madres o abuelas es sinónimo de acercamiento entre generaciones, ahora más distantes por imperativo de las modas y costumbres actuales. Es bueno volver a ver la estampa familiar, ante un improvisado obrador, confeccionando los dulces de antaño. En donde tal vez falten los cabezas de familia por sus obligaciones laborales, pero sí estarán abuelos y nietos unidos en la recuperación de la tradición gastronómica; sin olvidar la religiosa, motivo principal de la Navidad, en función de las creencias de cada cual. Y aunque la presencia del árbol ha ganado terreno, no hay que olvidarse del tradicional Nacimiento, en función de la amplitud de cada vivienda. Otro motivo más de complicidad entre adultos y niños, para estimular la inventiva de éstos y dejar dicha impronta al servicio de otras generaciones, que por imperativo vital ya no podremos conocer.

Por fortuna, pese al conflicto económico, la tradicional solidaridad del canario ha derivado por otros caminos más eficaces de ayuda, que complementan la labor impagable pero insuficiente de las parroquias con su feligresía más oprimida. Los organismos insulares, además de los estatales y paraestatales, como las "oenegés" (estas últimas durante todo el año), se afanan en tratar de cubrir la demanda social de los más necesitados. Porque no nos cuesta nada prescindir de cualquier exceso, propio de esta época, para ver suspirar aliviados a los progenitores desempleados, al contemplar la sonrisa complaciente de su hijo ante una golosina o un juguete inesperado. Y aunque me consta que no hay que dar el pescado sino la caña para pescarlo todos los días, al menos podremos sentirnos un poco mejores sabiendo que compartiendo nuestros recursos, compartimos ese lado bueno que tenemos los seres racionales.

Dejo, pues, en paz los comentarios sobre política y sus miserias, para sentarme en la mesa con los míos y sentir, como otros muchos, la irrupción en esta etapa de mi vida de un nuevo personajillo revoltoso, de tambaleante andar y permanente sonrisa, que ya es eje indiscutible de nuestra familia. Su presencia y sus expresiones guturales y gestuales son el necesario revulsivo para entender y dar gracias a esta vida que nos hace madurar con el recuerdo permanente de los que ya no están de manera física, y con la esperanza de verlo crecer, hasta que Dios lo permita, para ser capaz de responder a todas sus preguntas. Sólo pido salud para que así sea. Jamón, jamón. Qué más da, si lo importante es ver amanecer todos los días.

Si no en toda su simbología, pero sí en conducta, este período entrañable debería ser motivo esencial durante todo el año. Deseo que ojalá se pudiera materializar, para que afloraran de forma permanente nuestros mejores sentimientos.

Feliz Navidad a familiares y amigos, especialmente al editor y director de este periódico, que me permite acercarme a ustedes también para felicitarlos, y a todos los miembros de esta querida Casa.