EN TODOS los estamentos de esta sociedad está muy arraigada la costumbre de matar al mensajero. Es decir, al responsable que filtra la información y al que la escribe, que suele ser el periodista. Por fortuna, al vivir en democracia, cada día afloran más las noticias que desvelan supuestas corrupciones políticas y acciones o conductas poco éticas en el ejercicio personal de una determinada profesión, o simplemente una mala ejemplificación de lo que debe ser una buena actitud para la convivencia social.

Que al lector no le quepa la menor duda de que el desgraciado suceso ocurrido con el bebé Rayan en el hospital Gregorio Marañón de Madrid, muerto por mala praxis clínica al administrarle leche por vía intravenosa en vez de por la sonda nasogástrica, sería un hecho totalmente desconocido de no haber fallecido su joven madre afectada de la gripe A. De no haber estado la prensa allí, no hubiera salido a la luz la punta del iceberg de todas las negligencias, que, por razones que van desde la incompetencia profesional hasta la saturación laboral, suceden más a menudo de lo que los pacientes desearían. De ahí que, por el momento y en este desgraciado suceso, no haya entrado aún en escena el denostado corporativismo, en donde unos se protegen a otros sin considerar el hecho más importante: que se actúa sobre seres humanos y la vida es un don insustituible que hay que conservar a toda costa.

Nos consta, sin embargo, que ya ha salido a la palestra el representante sindical de turno para excusar a la inexperta enfermera de 22 años, alegando un traslado inadecuado de departamento sin la necesaria formación técnica, y como es lógico sembrando la confusión para dispersar y complicar el abanico de responsabilidades. Y cuando éstas se delimiten pierdan cuidado que pasará mucho tiempo y el viudo Mohamed, padre del desgraciado Rayan, percibirá una indemnización muy por debajo de la cuantía demandada, y que muy probablemente tendrá que repartir, casi a partes iguales, con sus abogados. Sea lo que sea, en suma, nada le devolverá la vida de su hijo.

Llevada esta mala praxis médica a nuestro ámbito local, puedo comentar de forma directa un caso ocurrido recientemente en el Hospital Universitario de Tenerife, donde y como en todos los centros clínicos se habla siempre de logros, pero nunca de supuestos errores. Pues bien, un familiar político mío, operado por cuarta vez del corazón, fue impropiamente sacado, a nuestro juicio, de la UVI con cierta antelación. Tal es así, que la evolución del restablecimiento está pasando por unos peligrosos baches, hasta el punto de que el domingo 12 se le presentó un cuadro agudo de deficiencia respiratoria por causas desconocidas. Dada la gravedad y por ruegos de sus familiares presentes, se tomó la decisión de llamar al cardiólogo de guardia de la planta a las 14:30 horas. Siete horas después, apareció dicho profesional tan campante, tras haber sido localizado Dios sabe dónde, y procedió a aumentar la dosis de oxígeno y marcharse después de ordenar a sus colegas de la UVI que vigilaran su evolución durante la noche.

En resumen, para no cansar al lector, al día siguiente, lunes, y mediante una ecografía que se debía haber hecho el propio domingo, se le detectó una gran presencia de coágulos rodeando el corazón, además de claros indicios de líquido en el pulmón; origen ambos de la deficiencia respiratoria aguda. Vuelta al quirófano para abrir de nuevo y extraer las anomalías del tórax y de nuevo en la UVI hasta nueva orden. Y las preguntas son inevitables. 1ª) ¿por qué se decidió sacar al enfermo con cierta premura de la UVI?; y 2ª) ¿cómo es posible que un cardiólogo de guardia tarde 7 horas en acudir para auxiliar a un enfermo grave? Si alguien tiene una respuesta satisfactoria, por favor, que me lo haga saber para comunicárselo a su familia. Aunque dudo mucho de que ésta llegue alguna vez. Tendría que haber estado en la cúspide de la ola mediática para saber a ciencia cierta, y por la prensa, las verdaderas respuestas y sin el denostado corporativismo.

Espero que los buenos profesionales, que los hay y muchos, no se sientan aludidos por este comentario, aunque tampoco me preocuparía demasiado si así fuera, porque, repito, estamos hablando de vidas humanas y no de objetos inanimados.