"Queremos que lo que le pasó a Santiago no le ocurra a nadie más. Por eso pedimos que se tape o se valle una zona muy peligrosa. Deseo que mi marido sea la última víctima de la Charca del Muerto". Es el desgarrador testimonio de María Socorro González, esposa de Santiago Díaz Acosta, cazador fallecido por ahogamiento el pasado 21 de abril en la zona limítrofe entre los barrancos de Los Moriscos y El Muerto, en el Suroeste.

Cocó, como la conocen, demuestra gran entereza, la que le lleva a volver al lugar del accidente para llevar flores a su marido pese a que a esta mujer luchadora, de 41 años (desde los 14 con Santiago), se le fue "media vida" aquel fatídico día. Junto a ella, Marcelino, un padre hundido, que se pasa el día llorando, dice rotundo: "No nos han hecho caso en estos meses para tapar ese hueco, pero están rápidos para cobrar impuestos o echar a la gente de su casa".

Santiago -46 años y trabajador de la limpieza municipal desde hace catorce años- y su mujer, residentes en La Esperanza, con un hijo de 25 años, acudieron a la zona de entrenamiento de invierno para perros en El Mayorazgo, en la desembocadura de los dos barrancos mencionados. Ambos eran cazadores federados en la Sociedad Nuestra Señora de El Rosario.

"Él vivía para sus perros, explica Socorro. Uno cayó al mar y lo intentó rescatar. Hay musgo y se forma un embudo, sin la mínima seguridad. Resbaló una vez y se aguantó, pero luego volvió a caer, se dio un golpe en la cabeza con una laja y se ahogó. Es duro ver cómo se va lo que más quieres y no puedes hacer nada".

"Lo peor, valora, es que una persona lo vio y no hizo nada. Cogió al perro y siguió su camino". Luego la policía rescató el cadáver con dificultades.

La familia asegura haber tramitado una petición sin respuesta al Consejo Insular de Aguas a través de la Federación de Caza. "Nos han dicho que allí murió un niño de nueve años en 2003 y que a habido otros casos", indica.

Socorro apunta: "Existe un decreto, de obligado cumplimiento que regula el control y cierre de galerías, acequias, charcas y acuíferos, pero dicen que este es un charco en el mar, natural".

"No nos lo van a devolver, pero podemos evitar que vuelva a pasar. Que lo entullen, basta una simple pala y el coste sería irrisorio", se despiden Cocó y Marcelino.