El 27 de junio de 2000, el notario José María Delgado Bello registró en Santa Cruz de Tenerife el acta fundacional del Consejo Internacional de Estibadores -International Dockworkers Council (IDC)-. La redacción de los estatutos y el protocolo notarial inherente a la creación de la organización fue el culmen de años de encuentros, de diálogo, entre estibadores de diferentes puertos del mundo que compartían el mismo sentimiento de desprotección, de falta de representatividad, de desencanto. Aquel acto sentó las bases de lo que ha terminado por convertirse en una de las asociaciones sindicales más importantes del planeta. En la actualidad, el IDC ejerce la representación de más de 70.000 trabajadores gracias a una paulatina fase expansiva que le concede presencia en todo el continente americano, en África y Europa.

Aquel momento crucial del año 2000 no fue el único acto en el que la aún incipiente historia del IDC (se espera que el sindicato siga expandiendo su representatividad por el resto de puertos del mundo) ha quedado intensamente ligada a nuestra isla: desde 2007, un tinerfeño natural de Ravelo, Antolín Goya, se convirtió en su Coordinador General. Desde entonces, Goya ha sido reelegido en el encargado por unanimidad asamblea a asamblea.

Y el presente vuelve a situar a la Isla de Tenerife en el hoja de ruta de este colectivo multitudinario. El próximo 1 de octubre se celebrará en Arona la 6ª Asamblea del Consejo Internacional de Estibadores, encuentro en el que estarán representados los más 70.000 trabajadores que en la actualidad quedan reunidos bajos las siglas del IDC. Además, un día antes, el 30 de septiembre, también se celebrarán las asambleas parciales de cada una de las zonas geográficas en las que se ha dividido el colectivo: Zona Europea, Africana, América Latina, Costa Este y Oste de USA y Canadá.

El IDC fue la respuesta estructural de los trabajadores del mar a una falta de representación real y eficaz en la defensa de sus intereses. Varios conflictos laborales, siendo el definitivo el protagonizado por los estibadores del Puerto de Liverpool en 1996 contra el gobierno de Margaret Thatcher, les hicieron comprender que necesitaban una organización que realmente velara por sus intereses. Una estructura que estuviera más pegada a su realidad, más ágil, participativa y con menos burocracia, que hiciera oír su voz en cualquier foro.

Hasta entonces los estibadores pertenecían a la Federación Internacional del Transporte, ITF. Compartían organización con ferroviarios, trabajadores de aerolíneas y aeropuertos y con todos aquellos que, de una manera u otra, trabajaban en el transporte marítimo. A partir del 2000 comenzó la solidificación de su voz propia hasta convertirse en lo que son hoy, una fuerza potente y mayoritaria que trabaja localmente con una conciencia global. En los últimos años, el organismo ha obtenido grandes victorias y ha incrementado su capacidad como interlocutor ante instituciones gubernamentales a nivel internacional como la UE.

Los estibadores son un perfecto ejemplo de solidaridad obrera y en el funcionamiento del IDC esta razón de ser encuentra su máximo exponente. "Somos el punto de encuentro de todos los estibadores del mundo para defender nuestra profesión y para ir mejorándola de cara al futuro", señala Antolín Goya. "Nuestro colectivo se esfuerza en mantener sus condiciones, nos sentimos orgullosos de nuestra historia y de nuestra profesión. Y dentro de nuestra ideología está ayudar y colaborar con cualquier movimiento obrero que busque estos objetivos".

Los objetivos globales del IDC pueden estructurarse en cinco puntos principales: coordinar la defensa y promoción de los intereses de los trabajadores portuarios a nivel internacional; colaborar con todas las organizaciones afiliadas en todas las actividades iniciadas en defensa de los derechos de sus trabajadores; coordinar el estudio, la formación y la promoción de actividades; fomentar la solidaridad entre las organizaciones de trabajadores portuarios y el resto de la clase trabajadora; e impulsar la práctica real de una democracia obrera, entendida como libre decisión.