El día amaneció ayer nublado en Las Teresitas e, incluso, cayeron algunas gotitas. Luego, sin embargo, el sol lució en todo su esplendor y la sombra, la natural de las plantas o la artificial de los paraguas, se hizo más que necesaria.

La playa es un mundo que habitualmente nace y muere con el sol, pero que mantiene bastante actividad posterior, sobre todo en verano, no siempre la más positiva éticamente hablando

"Aquí se roba al mínimo descuido. Bolsos, carteras o lo que sea. Hay que estar muy atentos para no tener un disgusto. La policía patrulla, pero no pueden estar en todos lados", apunta un habitual casi "de diario".

Pedro, hamaquero y vecino de la zona de las Cuatro Torres, ni confirma ni desmiente: "Yo voy a lo mío. Me ocupo de las hamacas, más de sesenta, en el sector que me corresponde. Cumplo mi jornada desde la a mañana hasta que cae la tarde y luego me voy. Pero claro que veo cosas".

"Antes había más picaresca con las hamacas y cuando se levantaba el cliente se ponía otro que no había pagado y se hacía el sueco. Ahora ya no es así, damos unos tickets y todo está mucho más controlado", apunta Pedro.

Los "guiris", a su manera, intentan explicar que les gusta y le sorprende el paisaje de Las Teresitas. Sobre todo, valoran que sea tan natural porque están acostumbrados a otro tipo de playas.

Pese a todo, los consultados ayer por EL DÍA están en esta playa porque llegaron casi "por casualidad", preguntando a los "del país" o en viajes "relámpago" organizados desde el sur. Ellos son el cliente, la playa es el reclamo y los trabajadores dan el servicio. Y que dure muchos años.