Gobernar es servir. Es asumir compromisos sin excusas y afrontar retos difíciles en la seguridad de que muchos dependen de las decisiones que se tomen en su nombre. obernar es responder a la confianza que nos han otorgado temporalmente un conjunto de ciudadanos.

Desde su creación en 1912, los Cabildos insulares de las Islas Canarias han visto pasar regímenes políticos, reyes, dictadores, gobiernos, repúblicas... han sobrevivido a todo y a todos como el mascarón de proa de una realidad que se llama isla. No es fácil entender a quienes viven en pequeño territorio lejano del continente. Una cosa es saber lo que es una isla y otra muy distinta entenderla. Los Cabildos han sido una respuesta adecuada, cercana y certera al buen gobierno de los isleños de Canarias. La única, por cierto, en donde el voto de los ciudadanos de una isla elige de forma directa al presidente de la Corporación insular, que es el cabeza de la lista más votada.

En la naciente etapa democrática se tomó la decisión de crear una administración autonómica, de ámbito regional, apoyada en siete gobiernos insulares y en los poderes locales que significaban los municipios. Un país apoyado sobre siete pilares iguales. Donde ninguno podía estar más alto o más bajo que el otro, porque se desequilibraría todo el edificio canario.

Pero el poder tiende a la preservación. Siguiendo las leyes de la termodinámica, el poder siempre intenta evitar la disipación de su energía. Y la concentra. Como en el anillo de ollum, el obierno de Canarias y la administración autonómica son muy celosos de sus competencias y sus responsabilidades. Y eso, que es natural, se convierte a veces a un obstáculo para el entendimiento de las islas con la idea de Canarias.

Este país tiene que construirse de abajo hacia arriba. Desde los ciudadanos a las instituciones. Y desde éstas al Parlamento de las islas, cámara de representación de la soberanía popular, y al obierno. Nuestra legitimidad viene de que representamos a los hombres y mujeres de todas las las islas. Sin los ciudadanos y ciudadanas, las instituciones son algo hueco y vacío y el poder pierde todo su sentido.

Desde hace tiempo algunos venimos defendiendo que en lo que compete a los ciudadanos, todo ha de ser competencia de la administración pública canaria. Y que en lo que atañe a la isla, todo ha de ser responsabilidad de cada Cabildo. Ningún ciudadano de Canarias debe tener una sanidad, una educación o unos servicios de peor calidad que los de otro habitante de las islas. Y es obligación de la administración autonómica que eso no ocurra. Pero son los Cabildos los que deben gestionar el territorio de las islas, los que deben decidir en representanción de sus ciudadanos y ciudadanas en qué sectores estratégicos se ha de producir el desarrollo, los que deben apostar por las fortalezas de cada una de las islas o de las potencialidades de cada zona de una isla. No puede ser la misma estrategia de crecimiento la de La Palma que la de Fuerteventura, ni la de El Hierro que la de ran Canaria. No debe ni puede ser la misma. Y quien ha de determinar el camino a seguir es el representante legítimo de los ciudadanos, que es el Cabildo.

Hace unos días, obierno de Canarias y Cabildos celebraron un encuentro para tender los necesarios puentes de diálogo entre ambas administraciones. En ese encuentro se avanzó sobre la gestión del territorio y las competencias sobre el mismo, algo que veníamos reclamando desde hace años. Queremos ser responsables de administrar lo que es de nuestra isla y de nuestros ciudadanos. Para hacer más grande Canarias haciendo más grande y mejor a Tenerife. Ese es el espíritu que este Cabildo quiere transmitir a todos los presidentes insulares. No es la fuerza la que hace la unión. La unión, desde la libertad de planificación y gestión estratégica de cada una de las islas, es la que hace la fuerza.

*Presidente del Cabildo

Insular de Tenerife