El barranco de Santos es un entorno natural privilegiado de Santa Cruz, aunque, desde la vertiente social, lo cierto es que a lo largo de su cauce alberga algunas historias humanas que entristecen su majestuosidad y verdor.

Un ejemplo de esta contradicción, y que en sí mismo acoge otra paradoja, es la realidad en la que viven desde hace cinco años, justo al lado del Hotel Escuela, unos okupas que se han adueñado de una vivienda abandonada que han convertido en su feudo de suciedad y polémicas.

En este entorno de la santacrucera avenida de San Sebastián, los moradores de esta infravivienda, que se ubica justo al borde del barranco de Santos, han protagonizado una interminable sucesión de conflictos y perjuicios para el que los habitantes del lugar reclaman ya un final definitivo.

Según comentaron algunas fuentes consultadas, este grupo de personas, de diferentes edades y procedencia geográfica, se dedican a recoger todo tipo de desperdicios por la ciudad y a amontonarlos en los exteriores de esta casa, que, según señalaron, "se ha quedado en una laguna legal, ya que sus antiguos propietarios recurrieron en los tribunales su expropiación para el proyecto del barranco de Santos, pero los herederos no han continuado con el caso".

Por ello, señalan que "no hay manera de echar a estas personas, a pesar de que la policía ha estado en este lugar, que formó parte de una de las antiguas ciudadelas de la capital, en infinidad de ocasiones, principalmente por altercados y por enfrentamientos entre los moradores".

En este sentido, lamentan que "muchas familias, cuyo único problema ha sido no poder hacer frente al pago de varios recibos de sus viviendas, vienen y los lanzan a la calle con todo el peso de la ley, mientras que quienes causan tantos perjuicios siempre salen airosos".

Cualquier ciudadano o cliente del Hotel Escuela -un establecimiento de cuatro estrellas- que se asome por la esquina que linda hacia esta vivienda puede observar en los alrededores la acumulación de viejas bicicletas y toda clase de piezas, electrodomésticos y viejos aparatos mezclados entre multitud de desechos.

Incluso, a lo largo de la caída del risco que delimita el cauce del barranco se puede observar todo tipo de desechos, muchos de ellos esparcidos en bolsas por el cauce y cerca de algunas cuevas en las que aún viven personas en condiciones infrahumanas.

En esta casa viven dos familias, ya que una de ellas se ha establecido en un habitáculo realizado en la azotea, donde viven de una forma tan particular sobre la que nadie quiere ya decir nada, aunque explican algunos vecinos que "lo que tampoco se puede ocultar y obviar son los malos olores y las ratas, porque también lo vemos".