A sus 79 años bien llevados -"todavía voy a bailar al Halcón y a La Baranda, algo que me ha gustado siempre", explica- Camilo Morín muestra con orgullo el resumen de su vida, el texto "Las rosas equidistantes", firmado por Fernando Cañadillas, estudiante de la Facultad de Comunicación de la Universidad Carlos III, cuyo trabajo fue incluido en el proyecto "Tienes una historia que contar", un concurso periodístico intergeneracional que organizó la Obra Social de Catalunya Caixa en el curso 2010-2011. Camilo fue el único canario entre los veinte perfiles finalistas, lo que asegura, "me sorprendió. Quedé en el puesto doce de cientos de toda España y estoy orgulloso, aunque solo los cinco primeros obtuvieran premio económico. Me vale con que hayan editado mi historia".

Camilo cumple este año treinta en el movimiento vecinal de Santa Cruz. Preside aún la asociación San Agustín Chimicheyde, cuyo ámbito de actuación abarca el barrio de Delicias Altas, donde reside y tiene un establecimiento de hostelería, y los 26 bloques de Chimisay Bajo. Además, es secretario de la Asociación de Comerciantes de Ofra (ASOCOFRA), que contribuyó a fundar. En resumen, una actividad plena pese a haber entrado ya hace tiempo en la etapa de la tercera y, por lo que se ve, fructífera edad.

"Desde 1983 -explica-, en la época de Manuel Hermoso, estoy en el movimiento vecinal porque siempre he tenido la inquietud de mejorar mi barrio". Morín resume su trabajo en un dossier de más de veinte folios en el que muestra "todo lo que he transmitido y hemos conseguido. Son cosas pequeñas, desde problemas del alcantarillado resueltos a obras beneficiosas para los vecinos, pero que había que tramitar y, sobre todo, conseguir que se hicieran realidad". Camilo sigue activo, como demostró hace unos días con motivo de la visita del alcalde, José Manuel Bermúdez, para dar inicio al Plan Integral de Limpieza del municipio en el parque Ofra-Delicias, que, apunta, "ayudamos a crear cuando aquí no había nada".

El pequeño Camilín, que no se levantaba hasta que no comían todos los hermanos en aquellos tiempos de cambuyón y racionamiento, es hoy Don Camilo y cuenta con el respeto de todos.

"Gofio y plátanos era nuestra dieta", recuerda de aquellos tiempos de escasez que parecen querer volver hoy. Camilo aprendió a modelar rosas y "los profesores decían que era bueno en el colegio", pero a él lo que le gustaba era "jugar al fútbol con los amigos" a la sombra del "paredón manchado" de Puerto Caballa, en el que se fusilaba "a los masones como Luis Buenafuente, que escapó confundido con los cuerpos de sus compañeros muertos" en aquellos duros años posteriores a la Guerra Civil llenos de represión, de verdugos y de víctimas. "Aquí no hubo guerra, pero casi fue peor".

El padre de Camilo, el maestro albañil Pepe, no quería que siguiera sus pasos sino que estudiara. Camilín creció en el barrio de Buenos Aires entre el ruido de los aviones americanos que patrullaban alrededor de la Refinería. Fue auxiliar administrativo y corredor de seguros. Su madre, Olimpia, siempre le decía que era "ruinito de pequeño " y le ponía nombretes a sus hermanos. Fue la primera gran mujer de su vida.

Camilo enviudó hace poco de Pura, la otra rosa equidistante en el devenir, según la tesis de su "biógrafo" Cañadillas, y su gran amor. Con ella se mudó a Las Delicias de Ofra y compartió más de sesenta primaveras, las últimas marchitadas por el mal del Alzheimer. Camilo recuerda "con emoción y cariño" a su compañera de toda la vida. Desde que tenía 18 años". Pero no se detiene todavía, sigue adelante porque aquel niño que daba patadas a un balón en las huertas cercanas a a la Refinería ha sabido envejecer bien para pasar de Camilín a Don Camilo.

Detrás de la Refinería "Aroma, estética y tacto. Las rosas son admiradas por su plasticidad o por su tendencia a la perfección y a su composición áurea. La primera rosa aquí relatada floreció en el barrio de Buenos Aires. Este vecindario de rosa tanguera se sitúa detrás de la Refinería de Santa Cruz de Tenerife, donde por 1933 humeaban los fantasmas de los insurgentes, los masones díscolos y el paredón manchado". Así abre Fernando Cañadillas el perfil de Camilo. "Recuerdo a la pandilla de amigos (foto de arriba con 16 años). Éramos jóvenes mucho más inocentes que hoy. Como anécdota, muchas veces la Guardia Civil de la época nos mandaba a acostar simplemente porque estábamos en la calle a las nueve de la noche. Y había que irse para casa porque si no...".