La pasividad de las administraciones públicas en el desarrollo de Cabo Llanos ha sido manifiesta año tras año, hasta relegar a este espacio de expansión de la ciudad a la categoría de vertedero de lujo.

En esta zona de Santa Cruz la inversión privada ha cumplido con su cometido y su participación en el denominado polígono Cepsa-Disa, ya que todas las parcelas previstas para vivienda y equipamiento comercial han sido construidas, mientras que los espacios públicos, proyectados en parcelas hoy abandonadas, solo acumulan basuras y conforman un hábitat ideal para albergar una auténtica plaga de rabo de gato.

Tras las obras de urbanización y asentamiento de los primeros 4.000 habitantes en edificios y pisos que emulan a una ciudad que debería ser más lujosa, y que tiene en las dos torres su máximo exponente, se quedan atrás sueños como el edificio de usos múltiples III, de 31 plantas de altura y con una capacidad para 2.500 plazas de aparcamiento, así como otros inmuebles destinados a oficinas de la administración de 15 y 12 pisos de altura, respectivamente, que la pasividad de las administraciones públicas ha relegado a meros proyectos.

Palacio de Justicia

También debería estar formando parte del esplendor de esta "nueva" Santa Cruz el Palacio de Justicia, descartado por el mismísimo consejero de Presidencia, Justicia e Igualdad, Francisco Hernández Spínola, quien dijo hace meses que la posibilidad de realizar obras para la ampliación del edificio judicial de Santa Cruz o la construcción de una nueva sede judicial no estaban contempladas "en el marco presupuestario, que no lo permite, máxime con los nuevos recortes impuestos por el Gobierno central a la Comunidad autónoma de Canarias".

El proyecto de la tan reclamada catedral también disfruta de su letargo en los despachos oficiales y eclesiásticos, igual que otras demandas planteadas hasta la extenuación por los vecinos como los necesarios espacios verdes o plazas que, simplemente, no existen, como la que se pretendía hacer entre las dos torres en suelo municipal, que según el acuerdo con los vecinos, era para uso deportivo. Sin embargo, en todo el lugar hoy campan a sus anchas los montones de escombros y restos de las prometedoras obras de décadas pasadas que han dejado en estos solares sus despojos en forma de retorcidos hierros presa del herrumbre, restos de maquinaria y desechos de la construcción.

Aunque los habitantes llegaron a plantear a Urbanismo un modelo de gestión compartido y provisional de estos solares, para cambiar su imagen y acondicionarlos, lo cierto es que en años no se ha avanzado, prefiriendo las áreas municipales responsables dejar que florezcan actividades ilegales como los aparcamientos incontrolados.

Así, ya son varios los solares que han sido ocupados de manera irregular, donde funciona un negocio ilegal que consiste en cobrar a los ciudadanos por estacionar sus vehículos en unos solares que son de titularidad pública y en los que no se cumple ni las mínimas condiciones de salubridad ni de seguridad.

Solo hay en la actualidad un tímido movimiento por parte de Gestur, una empresa pública que pretende construir unos aparcamientos y una plaza superior, gestión que desarrolla en la actualidad Urbanismo.

Menos valor

Frente a la paralización de todo el espacio bajo el argumento de la reducción de los medios económicos, lo cierto es que esta zona de Santa Cruz va perdiendo valor paulatinamente, pues al margen de los montones de basura, este lugar también es escogido para la práctica del botellón y concentraciones de personas todos los fines de semana, con la consecuente pérdida de calidad de vida de sus cada vez menos acomodados residentes.

También es un enclave donde no es raro ver a personas sin hogar merodeando o que han escogido este emplazamiento para vivir a la intemperie, lo que genera la acumulación de basura, pintadas o botellas vacías.

A pesar de esta devaluada expectativa, la zona está jalonada por centros comerciales, el Auditorio y el recinto ferial o el Parque Marítimo, unos valores añadidos que aún inciden en que el metro cuadrado se siga vendiendo muy caro, y que el acceso a un piso no esté a la altura de cualquiera.

No obstante, todo lo que alcanza la vista sin construir es una responsabilidad pública, ya que no avanza o da pasos muy tímidos para sacar del estupor a un enclave que un día soñó con ser la avanzadilla de la modernidad y el lujo de la capital de la Isla.